Jorge Lanata no solo fue un reportero; fue un catalizador de transformaciones en el periodismo argentino. Desde sus inicios como fundador de “Página/12”, un periódico revolucionario en los años 80, hasta sus últimos días como conductor del programa televisivo “Periodismo para Todos”, Lanata siempre buscó romper con lo establecido. Su capacidad para entretejer historias complejas con un toque de humor y sarcasmo le permitió llegar a audiencias diversas y mantenerse relevante durante décadas.
Su negativa a abandonar el cigarrillo, junto con problemas respiratorios crónicos, diabetes y un trasplante de riñón, fueron factores que contribuyeron al deterioro de su salud en los últimos años. Sin embargo, esto no impidió que siguiera siendo una voz crítica y esencial en la escena mediática argentina. Sus investigaciones sobre la corrupción gubernamental durante los mandatos de Néstor y Cristina Kirchner fueron decisivas para exponer la verdad ante la opinión pública.
Lanata comenzó su carrera como un joven idealista de 26 años, fundando “Página/12” con un espíritu renovador y progresista. Este periódico se convirtió rápidamente en una plataforma para voces disidentes y críticas hacia el establishment. Con el tiempo, Lanata fue evolucionando ideológicamente, lo que provocó distanciamientos con algunos sectores que antes lo apoyaban. A pesar de esto, su influencia no decayó; al contrario, se fortaleció a medida que abordaba temas cada vez más controversiales.
Los principales medios argentinos, como “Clarín” y “La Nación”, reconocieron su legado con extensos artículos escritos por plumas de prestigio. En contraste, “Página/12” dedicó un artículo lateral sin firma, reflejando quizás el conflicto interno que existía entre Lanata y el medio que él mismo ayudó a construir. Esta divergencia solo resalta la complejidad de su figura y cómo su evolución ideológica impactó tanto en el mundo del periodismo como en la sociedad argentina.
Desde la llegada de Javier Milei a la presidencia, Lanata se convirtió en uno de sus más acérrimos críticos. En entrevistas recientes, Lanata señaló que Milei no se comportaba como un verdadero liberal, sino que adoptaba posturas similares a las de Cristina Kirchner en cuanto a su relación con la prensa. Este enfrentamiento llegó a su punto máximo cuando Lanata criticó la participación del embajador de Israel en una reunión del gabinete ministerial tras el ataque iraní al Estado judío.
Milei respondió con dureza en redes sociales, acusando a Lanata de mentir y etiquetándolo como uno de los “periodistas ensobrados”. La respuesta de Lanata no se hizo esperar: presentó una demanda civil y penal contra el presidente, quien, según el Foro de Periodismo Argentino (Fopea), es responsable directo de más de la mitad de los ataques públicos a periodistas. Este episodio puso de manifiesto la tensión creciente entre el poder político y los medios de comunicación en Argentina.
El impacto de Lanata va mucho más allá de las fronteras de Argentina. Su trabajo como periodista investigativo y su habilidad para desentrañar las complejidades de la política y la sociedad han sido admirados internacionalmente. Su enfoque en la transparencia y la rendición de cuentas inspiró a generaciones de periodistas en América Latina y más allá. Además, su insistencia en que “entretener es un deber” cambió la forma en que se presenta el periodismo, haciendo que las noticias fueran accesibles y atractivas para un público amplio.
Las palabras de Lanata sobre el contacto directo entre líderes políticos y ciudadanos también resonaron fuera de Argentina. Al señalar los peligros de la comunicación unilateral, advirtió sobre la importancia de tener canales de diálogo bidireccionales donde la información pueda ser cuestionada y analizada. Este principio sigue siendo relevante en un mundo donde las redes sociales y los discursos de odio amenazan la calidad del debate público.