La lectura es un pilar fundamental para el aprendizaje y el desarrollo integral de los niños. Este artículo explora cómo fomentar este hábito tan valioso, desde los primeros años de vida hasta la adolescencia. A través de entrevistas con expertos y estrategias comprobadas, se destaca la importancia de involucrar a los adultos en el proceso lector infantil, así como la necesidad de adaptarse a las necesidades individuales de cada niño. La lectura no solo mejora las habilidades lingüísticas, sino que también alimenta la imaginación y despierta una curiosidad insaciable por el mundo.
Para comprender mejor cómo nutrir el amor por la lectura en los más pequeños, es crucial reconocer que este proceso debe comenzar antes incluso de que los niños aprendan a leer. Según Ana Rodríguez de Agüero, doctora en Filología Hispánica y directora de CEU Ediciones, "leer no es algo que esté naturalmente predispuesto en nosotros; requiere preparación y acompañamiento". Los padres y educadores juegan un papel crucial en esta etapa inicial. Rodríguez sugiere dos enfoques fundamentales: primero, que los adultos lean cuentos a los niños desde muy temprana edad, permitiendo que escuchen la voz del adulto leyendo o narrando historias de manera cotidiana. En segundo lugar, los niños deben tener la oportunidad de manipular libros diseñados específicamente para prelectores, donde las imágenes son primordiales y el texto puede ser mínimo o inexistente.
Además de estos métodos iniciales, servir de ejemplo es otro aspecto esencial. Los niños tienden a imitar lo que ven en sus figuras de referencia. Por ello, es vital que los padres y maestros demuestren su propio interés por la lectura. Según Gregorio Luri, pedagogo y filósofo, los nueve años marcan un punto de inflexión en el desarrollo lector, momento en que los niños pasan de aprender a leer a aprender leyendo. Antes de esa edad, es crucial que los adultos sean mediadores activos, mostrándose entusiastas al leer y compartiendo libros bellos y adecuados con los niños. Estudios recientes respaldan esta idea, revelando que en hogares donde los padres leen a sus hijos, los niños tienen más probabilidades de desarrollar buenos hábitos lectoros.
Una vez que los niños superan los nueve años, es importante que la lectura sea percibida como un premio en sí misma, más que como una tarea obligatoria. Esto implica seleccionar libros que coincidan con sus intereses personales, enseñándoles a disfrutar del acto de leer y a expresarse a través de la escritura. Sin embargo, es consciente que no todos los niños avanzan al mismo ritmo en el aprendizaje de la lectura. Para aquellos que encuentran dificultades, es fundamental brindar apoyo individualizado y evitar situaciones que puedan generar frustración. La colaboración entre familia y escuela es clave para identificar y atender las necesidades específicas de cada niño, asegurando que todos tengan las herramientas necesarias para disfrutar de la lectura.
En conclusión, fomentar el hábito de la lectura en los niños requiere un enfoque multidimensional que incluye el apoyo de los adultos, la exposición temprana a los libros y la creación de un ambiente que valore y celebre la lectura. Al adoptar estas prácticas, podemos ayudar a los niños a descubrir el placer de leer y a desarrollar una relación positiva y duradera con los libros. Este camino no solo mejora sus habilidades académicas, sino que también les abre puertas hacia un mundo de conocimiento e imaginación ilimitada.