En el corazón de León, rodeado por la sombra protectora de un laurel y un castaño centenarios, reside Antonio Gamoneda, una figura ineludible en la historia de la poesía española contemporánea. A punto de cumplir 94 años, este maestro de las letras sigue creando desde su refugio bibliográfico, desafiando los límites impuestos por el tiempo y la fragilidad física. Su obra, que abarca más de siete décadas, es una crónica emocional de una España marcada por la guerra, la dictadura y la transformación social. En esta entrevista, Gamoneda reflexiona sobre la naturaleza de la poesía, su relación con las generaciones literarias y sus temores frente al futuro.
La vida del poeta se entrelaza profundamente con la historia de España moderna. Nacido en Oviedo pero criado en León, Gamoneda ha sido testigo de tiempos difíciles que han moldeado no solo su propia escritura, sino también su visión del mundo. Durante la conversación, destaca su escepticismo hacia conceptos como la necesidad creativa o las etiquetas generacionales. Para él, escribir no es una obligación, sino una forma de consuelo y comunicación que lo conecta con otras conciencias. Su trayectoria está llena de altibajos, incluida una autoproclamada huelga de publicaciones que duró más de quince años debido a cuestiones políticas y éticas.
Gamoneda rechaza pertenecer a cualquier grupo literario establecido, particularmente a la denominada Generación del 50, considerándola una invención académica sin fundamentos estéticos comunes. En cambio, reconoce vínculos personales con figuras como Claudio Rodríguez y José Ángel Valente. Estas conexiones fueron cruciales durante los años oscuros de la posguerra, cuando la poesía servía como un código de complicidad entre quienes resistían en silencio. Hoy en día, aunque admite cierta melancolía ante la individualización del mundillo literario, subraya la importancia de mantenerse fiel a uno mismo frente a las presiones externas.
Uno de los temas recurrentes en la charla es la evolución de su proceso creativo. Mientras que en sus primeros años la escritura era impulsada por tensiones significativas y búsquedas intensas, ahora opta por una fluidez más natural, aunque siempre manteniendo un estricto rigor en la reescritura. Reconoce que la pérdida progresiva de la vista plantea nuevos desafíos, pero confía en adaptarse mediante métodos innovadores, inspirándose incluso en figuras históricas como Borges y Homero.
Finalmente, Gamoneda expresa preocupación por el destino de las futuras generaciones, especialmente ante un panorama cultural y político que percibe como amenazador. Sin embargo, su tono nunca es derrotista; más bien, transmite una firmeza serena, fruto de una larga experiencia vital. La poesía para él sigue siendo un acto de resistencia y belleza, capaz de ofrecer consuelo incluso en los momentos más sombríos.
Más allá de su edad avanzada, Antonio Gamoneda continúa demostrando que la creatividad puede florecer incluso bajo las condiciones más adversas. Su legado no solo radica en sus versos, sino también en su capacidad para inspirar a otros a través de su ejemplo vital. Desde su rincón leonés, donde las campanas de la catedral marcan el ritmo del día, este poeta ilumina con su palabra un camino hacia la comprensión humana y artística.