Un símbolo de pasión y entrega ha dejado este mundo, dejando un vacío en el corazón de todos los amantes del fútbol. Manuel Cáceres Artesero, conocido como Manolo 'el del bombo', falleció a los 76 años tras una larga lucha contra problemas respiratorios. Su historia no solo está marcada por su amor incondicional al deporte, sino también por haberse convertido en un ícono para generaciones enteras de aficionados. Durante décadas, sus tambores resonaron en estadios de todo el mundo, convirtiéndose en una figura inseparable de los partidos de 'La Roja'.
Manolo comenzó su viaje como animador en 1976, cuando España participaba en torneos internacionales. Su primer gran desplazamiento fue hacia Chipre en 1979, donde su espíritu contagioso ya empezaba a brillar. Con los años, su popularidad creció exponencialmente, especialmente durante el Mundial de España en 1982, cuando recorría el país en autostop para asistir a los encuentros de la selección. Más allá de ser un simple seguidor, Manolo se convirtió en un embajador del deporte, promoviendo valores como el respeto y la unidad con mensajes como "deporte sí, violencia no". Su compromiso trascendía lo meramente deportivo, abarcando una filosofía de vida que inspiraba a quienes le rodeaban.
El legado de Manolo va más allá de su tambor. Fue reconocido incluso por la realeza española, recibiendo una placa de manos del Rey Juan Carlos I en 1983, en reconocimiento a su labor en favor del deporte. Además de su vínculo con 'La Roja', apoyó a clubes como el Huesca, el Real Zaragoza y el Valencia, siendo miembro activo de la peña 'Marea Roja'. En Valencia, regentó un bar llamado Tu Museo Deportivo, un espacio dedicado a la memoria y la celebración del fútbol, aunque tuvo que cerrarlo debido a la pandemia. Su último partido animando a la selección fue en marzo de 2025, en Valencia, donde recibió un merecido homenaje por parte de los hinchas.
Manolo 'el del bombo' representa mucho más que un fanático del fútbol; es un ejemplo de pasión, perseverancia y alegría. Su vida nos enseña que el verdadero éxito radica en hacer lo que amamos, compartiendo esa energía positiva con los demás. Aunque su tambor ya no retumbe en los estadios, su espíritu seguirá resonando en cada rincón donde haya una afición vibrante y comprometida. El fútbol pierde a un gran hombre, pero gana un modelo a seguir para futuras generaciones.