La cancelación del libro "El odio" por parte de la editorial Anagrama ha generado un intenso debate sobre censura y libertad creativa. El autor, Luisgé Martín, critica la decisión aludiendo a presiones sociales y afirma que el texto no busca glorificar a José Bretón, sino explorar diferentes perspectivas del caso. A pesar de respaldos judiciales que permitían su publicación, la editorial optó por suspender definitivamente el proyecto debido a una creciente oposición pública liderada por Ruth Ortiz, madre de las víctimas.
Martín ha declarado su disposición para trabajar con otras editoriales y considera incluir un prólogo explicativo. También aborda errores cometidos durante el proceso, como no contactar previamente con la familia de las víctimas, aunque justifica esta omisión citando dificultades logísticas y recomendaciones legales. La controversia ha destacado tensiones entre derechos artísticos y sensibilidad hacia las víctimas en una sociedad democrática.
El conflicto central gira en torno a la decisión de Anagrama de cancelar "El odio", motivada por una combinación de presión social y preocupaciones éticas. Según Luisgé Martín, este movimiento refleja un miedo generalizado a enfrentar opiniones incómodas, algo que percibe como propio de sociedades autoritarias. La negativa a publicar el libro, incluso después de recibir apoyo judicial, revela cómo las percepciones públicas pueden influir profundamente en decisiones editoriales.
El autor argumenta que la obra no intenta dar voz ni glorificar a José Bretón, sino analizar múltiples facetas del crimen desde una perspectiva más amplia. A lo largo de varias entrevistas, Martín subraya la importancia de separar la figura de Bretón de estereotipos cinematográficos como Hannibal Lecter, resaltando su mediocridad humana. Este enfoque provocó descontento público significativo, especialmente entre quienes interpretaron el libro como una falta de respeto hacia las víctimas. Sin embargo, Martín sostiene que su objetivo siempre fue comprender los entresijos psicológicos detrás del caso, más allá de juicios morales simplistas.
Aunque Martín reconoce haber cometido un error al no comunicarse directamente con Ruth Ortiz antes de escribir el libro, defiende que esto se debió principalmente a barreras prácticas y jurídicas. Expresa su deseo de dialogar personalmente con ella para aclarar malentendidos y ofrecer explicaciones adicionales sobre el propósito real del manuscrito. Este gesto demuestra una voluntad de rectificación ante las críticas recibidas.
En cuanto al futuro del proyecto, el escritor descarta inicialmente la autoedición pero muestra interés en colaborar con otras editoriales interesadas en publicar su obra. Además, plantea la posibilidad de agregar un prólogo donde detallaría las circunstancias que rodearon la polémica y cómo estas afectaron tanto al proceso creativo como a su percepción pública. Paralelamente, considera desarrollar un ensayo sobre linchamientos sociales modernos, inspirado por su propia experiencia bajo escrutinio masivo en redes sociales. Estas iniciativas buscan no solo rehabilitar su imagen profesional, sino también contribuir al diálogo sobre temas delicados relacionados con justicia, memoria y representación literaria.