Con la proximidad del Día Mundial de las Telecomunicaciones, México enfrenta un momento crucial en su desarrollo digital. Aunque el país ha avanzado significativamente en infraestructura tecnológica, persisten profundas desigualdades en el acceso a internet, especialmente en áreas rurales e indígenas. Además, una reforma reciente a la Ley Federal de Telecomunicaciones plantea preocupantes riesgos para los derechos digitales, incluyendo posibles restricciones a la libertad de expresión y vulneraciones a la privacidad.
En el corazón de este debate se encuentra una pregunta esencial: ¿cómo asegurar que la tecnología sea una herramienta de inclusión y no de exclusión? En un entorno donde las telecomunicaciones están presentes en casi todos los aspectos de la vida diaria, desde la educación hasta la participación democrática, resulta insuficiente simplemente proporcionar acceso a la tecnología. Es vital garantizar que ese acceso sea equitativo, libre y respetuoso de los derechos humanos.
En un escenario marcado por contrastes, mientras algunas comunidades urbanas disfrutan de conexiones rápidas y estables, millones de personas en regiones marginadas siguen desconectadas. Este vacío tecnológico agrava las ya existentes disparidades sociales. Por otro lado, la propuesta de reforma legal introduce medidas controvertidas, como la capacidad de bloquear plataformas digitales sin supervisión judicial, lo cual podría llevar a formas de censura previa prohibidas por tratados internacionales.
Además, la creación de registros obligatorios de usuarios móviles sin garantías adecuadas de protección de datos y la posibilidad de apagones digitales refuerzan una lógica de vigilancia excesiva. Sin embargo, algunos aspectos positivos emergen, como una mayor claridad sobre el principio de neutralidad de la red, aunque estos avances parecen ser insuficientes frente a los riesgos planteados.
Desde una perspectiva más amplia, la transformación digital debe orientarse hacia una sociedad más justa e inclusiva, donde los derechos humanos sean el pilar fundamental.
La adopción responsable de políticas tecnológicas puede marcar una diferencia trascendental para el futuro del país. El Congreso tiene ahora la responsabilidad de decidir si esta transformación digital beneficiará a toda la población o solo a unos pocos.
Como periodista cubriendo este tema, me parece evidente que la verdadera conectividad no solo implica cables y antenas, sino también garantizar que cada individuo tenga acceso a recursos digitales de manera justa y segura. La reflexión colectiva sobre cómo implementar estas tecnologías de forma ética es indispensable para construir un futuro sostenible. La decisión de hoy moldeará no solo el panorama digital de México, sino también la calidad de vida de sus ciudadanos en décadas venideras.