La ciencia moderna ha comenzado a desentrañar el profundo impacto que los periodos prolongados de calor tienen en nuestro organismo, revelando que el estrés térmico no solo afecta superficialmente, sino que acelera el envejecimiento a nivel celular. Estudios recientes han puesto de manifiesto cómo la exposición continua a altas temperaturas puede sumar años a nuestra 'edad biológica', una métrica distinta a la edad cronológica que refleja el estado real de nuestras células y tejidos. Este descubrimiento, basado en el análisis de cambios epigenéticos en el ADN, abre nuevas vías para entender los complejos mecanismos del envejecimiento y la interacción entre el entorno y nuestra salud interna.
Sin embargo, la interpretación de estos hallazgos genera debate. Mientras que algunos investigadores enfatizan la capacidad de los 'relojes epigenéticos' para predecir la edad biológica y la esperanza de vida, otros mantienen una postura cautelosa sobre la fiabilidad de estos marcadores como únicos indicadores del envejecimiento. La comunidad científica reconoce la influencia multifactorial en el proceso de envejecimiento, donde el calor, aunque relevante, es solo uno de los muchos elementos en juego. Este diálogo continuo subraya la necesidad de una investigación más profunda para comprender plenamente las implicaciones del cambio climático en la salud humana.
El exceso de calor no solo deteriora la piel, sino que ejerce un impacto considerable en el funcionamiento interno del cuerpo, acelerando el envejecimiento biológico. Los científicos han empleado 'relojes epigenéticos' para evaluar cómo las modificaciones en el ADN se acumulan con el tiempo, revelando que la exposición sistemática a altas temperaturas provoca un desgaste celular. Un estudio pionero publicado en 'Environment International' fue el primero en utilizar estas pistas epigenéticas para analizar el efecto del calor en la aceleración de la edad epigenética. Sus hallazgos destacaron la relevancia de esta nueva vía fisiopatológica para prevenir los efectos adversos del calor en la salud, especialmente en poblaciones vulnerables, ante el aumento previsto de días calurosos y olas de calor más intensas debido al cambio climático.
En esta línea, una investigación posterior de la Universidad del Sur de California, publicada en 'Science Advances', amplió estos conocimientos al examinar el impacto del calor extremo en la edad biológica de grupos poblacionales en Estados Unidos. Este estudio, que analizó muestras de sangre de más de 3.600 individuos, concluyó que la exposición prolongada a altas temperaturas, durante un periodo de uno a seis años, incrementaba la edad biológica en más de dos años. Estos descubrimientos refuerzan la noción de que el calor no es un factor ambiental trivial, sino una fuerza significativa que moldea nuestra trayectoria de envejecimiento, impulsando a la comunidad científica a explorar estrategias de adaptación y mitigación frente a un clima cambiante.
La clave para comprender cómo el calor nos envejece reside en los 'relojes epigenéticos', herramientas que miden la 'edad biológica' a través de la metilación del ADN. Este proceso es una alteración química que se establece tempranamente en la vida y que, sorprendentemente, se degrada a un ritmo constante con el tiempo. Los relojes epigenéticos capitalizan este deterioro para estimar la edad celular, ofreciendo una ventana a la esperanza de vida. Los estudios sobre el impacto del calor en el envejecimiento biológico han utilizado esta metodología, confirmando que la exposición a altas temperaturas acelera este proceso, aunque la magnitud de su efecto sea objeto de debate entre los expertos.
Lars Velten, del Centro de Regulación Genómica de Barcelona, señala que, si bien el hallazgo de que el calor reduce la esperanza de vida no es del todo novedoso, su reflejo en los relojes epigenéticos es lo que subraya el potencial de estas herramientas para predecir la edad biológica. No obstante, Manuel Collado, investigador del CNB-CSIC, expresa cautela, cuestionando si estos relojes reflejan fielmente el envejecimiento biológico o si sus resultados pueden ser sesgados para ajustarse a las expectativas. Este debate resalta la complejidad de la investigación sobre el envejecimiento y la necesidad de continuar explorando cómo factores ambientales como el calor interactúan con nuestra genética para moldear nuestra longevidad y salud.