En la edición más reciente del festival Sónar, destacaron presentaciones que fusionan música tradicional con innovación electrónica. Maria Arnal emergió como una figura clave al reinterpretar su carrera musical bajo influencias modernas, mientras que Niño de Elche y Raül Refree exploraron profundidades insondables de la música tradicional española. Paralelamente, los discursos políticos resonaron fuerte a través de actuaciones cargadas de significado social.
Desde homenajes musicales hasta denuncias políticas, el evento mostró cómo las artes pueden ser tanto un vehículo de cambio cultural como un medio para expresar posturas sociales relevantes. Las performances fueron variadas: desde experimentos sonoros hasta intervenciones visuales que dejaron huella en el público asistente.
Maria Arnal marcó un giro crucial en su trayectoria artística durante el Sónar, presentando "Ama", su nuevo proyecto que mezcla folclore con electrónica contemporánea. Su estilo evolucionado refleja una búsqueda personal y profesional hacia un lugar entre las grandes figuras del pop actual.
Con una estética visual cuidada y coreografías precisas, Arnal logró capturar la atención del público con temas como "Que me quiten" y "Esquinitas". Estas canciones no solo demuestran su habilidad vocal, sino también su capacidad para integrar elementos populares en su repertorio. Los moños laterales y pinzas de pelo reforzaban una conexión con tendencias actuales sin perder identidad propia. La cantante catalana buscó diferenciarse manteniendo su esencia, pero adaptándose a nuevas corrientes musicales que incluyen autotune y bases electrónicas potentes.
Su actuación fue un viaje emocional donde combinó momentos íntimos con explosiones rítmicas. Canciones como "Xiqueta Meua", acompañada por La Tania, ofrecieron un contraste entre lo crudo y lo refinado. Además, Arnal cerró su show con mensajes políticos claros, subrayando su compromiso con causas sociales importantes, especialmente relacionadas con Palestina. Este enfoque le permitió conectar no solo con su audiencia musical, sino también con quienes buscan contenido significativo en sus presentaciones.
El Sónar se convirtió en un escenario ideal para artistas dispuestos a romper barreras musicales y cuestionar estructuras establecidas. Desde performances experimentales hasta intervenciones políticas directas, cada acto contribuyó a enriquecer la experiencia colectiva del festival.
Niño de Elche y Raül Refree llevaron al extremo la reinterpretación de la música tradicional española, creando atmósferas casi místicas mediante tecnología avanzada. Con luces azules eléctricas y proyecciones minimalistas, ambos transformaron clásicos flamencos en algo irreconocible pero hipnótico. Esta colaboración simbolizaba la constante búsqueda de nuevos lenguajes dentro de raíces ancestrales.
Por otro lado, Teto Preto utilizó su plataforma para abordar temas urgentes como el conflicto en Gaza y criticar públicamente al propietario del festival, KKR, debido a sus vínculos con el gobierno israelí. Su estilo punk fusionado con samba y house generó una energía contundente que desafiaba al statu quo. Angela Carneosso, con su presencia provocadora, destacó la importancia de usar el cuerpo como herramienta política.
Otras actuaciones, como las de Adrian Sherwood y Plaid Live, añadieron capas adicionales de complejidad al programa del festival. Sherwood rindió tributo al reggae con versiones electrónicas de clásicos jamaicanos, mientras que Plaid Live combinaba experimentalismo con melodías accesibles. Finalmente, Alva Notto y Fennesz honraron al fallecido Ryuichi Sakamoto, demostrando cómo el arte puede servir como puente entre generaciones y culturas.