En una tarde llena de desafíos y emociones, la Plaza de la Maestranza fue testigo de un espectáculo taurino memorable. Manuel Escribano logró destacarse entre los toreros presentes con una actuación magistral que rescató una corrida complicada debido a la dureza y complejidad de los toros de Victorino Martín. Con su habilidad y determinación, Escribano transformó momentos difíciles en faenas brillantes, dejando al público boquiabierto.
El sábado 3 de mayo de 2025, bajo un cielo sevillano cargado de historia, se celebró la séptima corrida de feria en la icónica plaza de toros de La Maestranza. Los astados de Victorino Martín, conocidos por su característico comportamiento difícil y ácido, pusieron a prueba a los tres matadores participantes: Manuel Jesús "El Cid", Manuel Escribano y Daniel Luque. Desde el primer momento quedó claro que sería una jornada exigente, pero también repleta de oportunidades para aquellos dispuestos a darlo todo.
Manuel Escribano demostró ser el protagonista indiscutible de la tarde. Su entrega total desde el inicio, combinada con una lucidez excepcional durante las faenas, lo llevó a superar complicaciones técnicas y convertir momentos adversos en triunfos. En particular, frente al quinto toro, un ejemplar bravo aunque retador, Escribano ajustó su estrategia tras enfrentar dificultades iniciales. Cambió de terrenos y empleó una técnica pausada, dominando especialmente con su mano izquierda. Esta faena culminó con un espadazo certero que desató el frenesí del público y le valió dos orejas como reconocimiento.
Daniel Luque, vestido de verde oliva y oro, honró la memoria de su padre recientemente fallecido con una actuación llena de emoción y temple. A pesar de enfrentarse a un oponente problemático, supo adaptarse y ofrecer una faena valiente, aunque finalmente no pudo redondearla con la espada. Por su parte, Manuel Jesús "El Cid" tuvo menos fortuna ante toros que no le facilitaron mostrar su arte.
Desde la perspectiva de un aficionado, esta tarde sirve como recordatorio de la importancia de la perseverancia y la capacidad de adaptación en el arte taurino. Manuel Escribano mostró que incluso frente a circunstancias desfavorables, un torero puede cambiar el rumbo de una lidia con inteligencia y coraje. Este ejemplo nos enseña que el éxito no siempre depende únicamente de la calidad del toro, sino también de la habilidad del artista para sacar lo mejor de cada situación. En un mundo lleno de incertidumbres, esta lección trasciende más allá de los rieles de la plaza, invitándonos a enfrentar nuestros propios desafíos con la misma pasión y dedicación.