En enero de 2024, el rey Carlos III tomó una decisión histórica al compartir públicamente su diagnóstico médico. En lugar de mantener en secreto su condición, eligió informar sobre su operación por un agrandamiento benigno de la próstata y posteriormente reveló que padecía cáncer. Este anuncio no solo fue un acto de transparencia sin precedentes, sino que también buscaba concienciar a la población sobre la importancia de las revisiones médicas regulares.
A pesar de la gravedad de su diagnóstico, Carlos III continuó cumpliendo con sus deberes estatales desde Sandringham, cediendo simbólicamente la jefatura del Estado a otros miembros de la familia. Dos meses después de su diagnóstico, retomó gradualmente su agenda pública e incluso realizó una gira internacional por Australia y Samoa, demostrando su compromiso con el país y su capacidad para continuar liderando.
El 17 de enero marcó otro punto crítico cuando se anunció que Kate Middleton había sido sometida a una cirugía abdominal. El misterio inicial sobre su estado generó especulaciones y preocupación entre el público. Sin embargo, poco tiempo después, la princesa de Gales compartió personalmente que había sido diagnosticada con cáncer y estaba siguiendo un tratamiento de quimioterapia preventiva.
Kate explicó que aunque su operación inicial había salido bien, las pruebas posteriores detectaron la presencia de la enfermedad. Su sinceridad y valentía al hablar abiertamente sobre su diagnóstico ayudaron a mitigar las especulaciones y proporcionaron una visión íntima de su lucha personal. Después de varios meses de tratamiento, Kate anunció el fin de su terapia y comenzó a reintegrarse gradualmente a la vida pública, lo que tranquilizó a muchos seguidores de la Familia Real.
En junio, la princesa Ana, una figura clave dentro de la Familia Real, sufrió un accidente con un caballo en su propiedad de Gloucestershire. El incidente resultó en una conmoción cerebral que requirió cinco días de hospitalización. Aunque inicialmente hubo preocupación por su recuperación, Ana volvió rápidamente a su agenda pública y aseguró que no recordaba nada del evento. Su rápida recuperación y regreso a las actividades oficiales fueron bien recibidos por el público británico.
Este incidente subrayó la importancia de la seguridad en actividades como la equitación, especialmente para figuras públicas que son admiradas por su resistencia y dedicación. Además, reflejó la capacidad de la princesa Ana para superar adversidades y seguir sirviendo al país con entusiasmo y profesionalismo.
En noviembre, la reina consorte Camilla tuvo que cancelar su agenda debido a una persistente infección viral en el pecho. Esta dolencia, que surgió tras una gira de diez días por Australia y Samoa, generó preocupación entre los británicos. Camilla, conocida por su compromiso con diversas causas benéficas, se vio obligada a limitar sus apariciones públicas mientras se recuperaba.
A pesar de las secuelas de su enfermedad, como la falta de energía, Camilla mostró resiliencia y humor al comentar sobre su recuperación. Los médicos le recomendaron modificar sus actos para descansar adecuadamente, lo cual hizo que su presencia en eventos oficiales fuera más selectiva pero igualmente significativa. Su reaparición pública fue recibida con calidez, demostrando el cariño que el pueblo británico le tiene.
Una de las noticias más impactantes del año fue la muerte de Thomas Kingston, esposo de Lady Gabriella Windsor, prima cercana del rey Carlos III. El fallecimiento ocurrió en febrero debido a una herida traumática en la cabeza. La tragedia conmovió profundamente a la Familia Real, que expresó públicamente sus condolencias a Gabriella y a toda la familia Kingston.
El último adiós a Thomas fue un servicio íntimo celebrado en la capilla real de St. James, donde aproximadamente 140 personas asistieron para honrar su memoria. Este momento de duelo colectivo destacó la importancia de la unidad familiar en tiempos difíciles y el apoyo mutuo entre los miembros de la Casa Real.
El diagnóstico de Carlos III inicialmente despertó esperanzas de una posible reconciliación con los duques de Sussex. Harry viajó desde Estados Unidos para visitar a su padre, pero esta reunión no logró acortar la distancia emocional que existe entre ellos. Las siguientes visitas de Harry a Londres no incluyeron encuentros familiares, manteniendo la tensión entre ambos.
Aunque los Sussex expresaron sus deseos de bienestar ante los diagnósticos de Carlos III y Kate Middleton, su ausencia en las celebraciones navideñas de los Windsor fue notoria. Este hecho refleja la persistencia de la brecha entre ambas ramas de la familia, a pesar de los esfuerzos periódicos por acercarse.