En una obra llena de recuerdos y sabores tradicionales, tres mujeres destacadas de la Vega Baja del Segura han reunido más de un siglo de historia culinaria familiar. Este libro no solo es una colección de recetas, sino también un homenaje a las generaciones que han transmitido su conocimiento gastronómico a través de los años. Desde platos cotidianos hasta dulces festivos, este volumen refleja cómo la cocina local ha sido moldeada por la diversidad cultural de la región. Conocidas figuras como Conchita Botella Ballesteros y Conchita Botella Guillén han compartido sus experiencias con Julia Valoria, quien ha coordinado esta iniciativa benéfica.
En una terraza frente al mar, en medio de conversaciones veraniegas, nació la idea de este proyecto especial. En este lugar, bajo el cielo azul intenso del Mediterráneo, Conchita Botella Ballesteros, de 90 años, y Conchita Botella Guillén, de 78, junto con Julia Valoria, de 70, comenzaron a intercambiar memorias culinarias familiares. Estas tertulias se convirtieron en una plataforma para recoger y adaptar recetas antiguas, diseñadas originalmente para grandes familias, ahora ajustadas a las necesidades modernas. Durante tres años, estas mujeres, junto con colaboradores locales, trabajaron arduamente para preservar las proporciones y técnicas heredadas, incluso descifrando términos antiguos como "onza" o "puñao". El resultado final incluye 182 recetas organizadas según las estaciones del año, además de anécdotas y fotografías históricas.
Entre las recetas encontramos guisos clásicos, pistos, zarangollos y dulces típicos como gachas con arrope y mantecaos. Además, destaca el papel fundamental del río Segura y su huerta en la configuración de la cocina regional. Esta publicación, editada por Caja Rural Central, tiene como objetivo recaudar fondos para la catedral de Orihuela, combinando así cultura, historia y filantropía.
Desde el punto de vista de una periodista, esta obra nos enseña la importancia de preservar nuestras raíces culturales a través de la comida. Nos invita a valorar no solo lo que comemos, sino también las historias detrás de cada ingrediente y técnica. Es un recordatorio de que la cocina no es solo nutrición, sino también conexión humana y transmisión de conocimientos ancestrales.