En 2005, durante el funeral del Papa Juan Pablo II, el entonces príncipe Carlos tuvo el papel de representar a su madre, la reina Isabel II. Sin embargo, su pareja, Camilla, no lo acompañó en este evento solemne. Este hecho generó gran atención debido a las circunstancias personales y protocolarias que rodeaban a la pareja en ese momento. Además, su matrimonio tuvo que ser reprogramado un día más tarde debido a esta ceremonia internacional.
En una época marcada por tensiones y cambios en la familia real británica, el funeral del Papa Juan Pablo II se convirtió en un escenario donde los protocolos y las relaciones personales convergieron. En aquellos días primaverales de 2005, Camilla había participado junto a Carlos en un servicio religioso celebrado en memoria del fallecido pontífice en la Abadía de Westminster. Sin embargo, cuando llegó el momento del funeral oficial en Roma, ella no estuvo presente al lado de Carlos. Esta decisión obedeció tanto a razones diplomáticas como a consideraciones sociales relacionadas con la percepción pública de su relación.
Desde una perspectiva periodística, este episodio destaca cómo los compromisos reales pueden entrelazarse con asuntos personales. También refleja cómo ciertos eventos históricos pueden marcar momentos cruciales en la vida de figuras públicas, moldeando sus decisiones y acciones futuras. Este caso particular sigue siendo un ejemplo de cómo el protocolo y las expectativas sociales influyen en las dinámicas personales de quienes desempeñan roles oficiales.