Con la revelación de Taís Araujo como Raquel y Bella como María de Fátima, los seguidores de la serie han comenzado a debatir cómo Odete Roitman (Débora Bloch) abordaría cuestiones raciales, un tema que no fue explorado en profundidad en la versión original. Este cambio creativo ha generado conversaciones significativas sobre el racismo estructural y su representación en las producciones contemporáneas.
En una entrevista con Quem, la actriz destacó cómo la relación entre Odete y María de Fátima podría interpretarse desde una perspectiva más amplia del racismo estructural. En lugar de simplemente retratar a Odete como alguien inherentemente racista, se propone una narrativa que analiza cómo las personas pueden estar influenciadas por prejuicios sistémicos sin ser completamente conscientes de ello.
Este enfoque moderno busca desafiar las percepciones tradicionales sobre el racismo, mostrando cómo incluso personajes aparentemente progresistas pueden tener puntos ciegos relacionados con la raza. La elección de casting refuerza esta idea al introducir una dinámica racial más compleja dentro de la trama.
La discusión también resalta cómo las producciones actuales tienen la responsabilidad de abordar temas sociales relevantes de manera auténtica y reflexiva. Al incorporar estas narrativas, las series no solo entretienen, sino que también contribuyen al diálogo social sobre asuntos importantes como el racismo y la inclusión.
A través de esta reinterpretación, los creadores de la serie invitan a los espectadores a reflexionar sobre sus propias creencias y prejuicios, promoviendo un mayor entendimiento y empatía hacia las experiencias de otros. Esta evolución en la narrativa demuestra el poder de las producciones televisivas para influir positivamente en la sociedad.