Culturas
Un Viaje Entre Expectativas y Realidades en la Berlinale
2025-02-14

La 75ª edición de la Berlinale presentó dos películas que dejaron huellas contrastantes en el panorama cinematográfico. La primera, "Agua salada", dirigida por Rebecca Lenkiewicz, se convirtió en un símbolo de desilusión y culpa tras no cumplir con las altas expectativas generadas. Por otro lado, "Living the land" de Huo Meng emergió como una sorpresa agradable, ofreciendo una mirada profunda y humanista al cambio rural en China. Este artículo explora cómo estas dos obras reflejan diferentes facetas del cine contemporáneo.

En el caso de "Agua salada", la película se centraba en la relación compleja entre una madre enferma y su hija, quienes viajan desde Reino Unido hasta Almería en busca de un curandero misterioso. A través de esta trama, la directora intentaba explorar temas como la identidad femenina y la enfermedad. Sin embargo, la narrativa confusa y la falta de claridad en los motivos detrás de la turbulencia emocional de las protagonistas llevaron a que la cinta resultara insatisfactoria para muchos espectadores. La elección de Lena Lenkiewicz de enfocarse completamente en la perspectiva mental de la hija añadió una capa adicional de ambigüedad que, aunque provocadora, no logró conectar plenamente con el público.

El ambiente creado en "Agua salada" era tanto visual como emocionalmente inquietante. La presencia constante de elementos simbólicos, como las medusas y su veneno, pretendía profundizar en la metáfora del deseo insatisfecho dentro de un mundo dominado por mujeres acosadas. Sin embargo, estos símbolos parecían más arbitrarios que reveladores, lo que contribuyó a la percepción general de pretenciosidad y aburrimiento. La película, inicialmente prometedora debido a la reputación de su guionista, terminó siendo vista como un indicador preocupante del rumbo que podría tomar la competición oficial de la Berlinale.

Mientras tanto, "Living the land" ofreció un contraste refrescante. Esta obra china narra la historia de un niño abandonado por sus padres en un pequeño pueblo durante la década de 1990, cuando la industrialización comenzaba a transformar el paisaje rural. El director Huo Meng optó por un enfoque honesto y directo, evitando caer en clichés o paternalismos. A través de la mirada inocente del niño, el espectador es testigo de la lucha entre la tradición y el progreso, la soledad y la esperanza. La película captura momentos cotidianos con tanta precisión que logra transmitir una autenticidad que resuena profundamente con el público.

La aparición repentina de "Living the land" sin grandes expectativas ni sentimientos de culpabilidad proporcionó un respiro bienvenido en el festival. Mientras que "Agua salada" dejó un sabor amargo, la película china demostró que a veces las historias más simples pueden ser las más poderosas. En última instancia, estas dos producciones ilustran cómo las expectativas y realidades pueden divergir drásticamente en el ámbito del cine, destacando la importancia de contar historias genuinas y conectadas con el corazón del espectador.

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