En una conversación capturada en el Festival de Málaga, el cineasta Enrique Palacio reflexiona sobre la esencia del arte conceptual español junto a Santiago Sierra, destacando que lo verdaderamente relevante no es lo evidente, sino aquello que permanece invisible. Este enfoque define la trayectoria de Sierra, cuya obra ha sido reconocida internacionalmente por desafiar las estructuras sociales y políticas establecidas. A través de su documental homónimo, se explora cómo este artista revela aspectos ocultos de nuestra realidad cotidiana mediante intervenciones provocativas. La película recoge testimonios clave, desde galeristas hasta críticos de arte, quienes analizan su impacto en un contexto marcado por la censura y la resistencia institucional.
En el corazón de esta producción cinematográfica, titulada “Santiago Sierra. El dedo en la llaga”, se encuentra un viaje introspectivo que abarca tanto la vida como la obra de este controversial creador nacido en Madrid en 1966. En un entorno donde los medios tienden a reducirlo a la figura de un provocador, Sierra utiliza su arte para confrontarnos con realidades incómodas que normalmente escapan a nuestra percepción. Durante el rodaje, realizadores y expertos destacan cómo sus instalaciones transforman contextos familiares en espacios cargados de significado político y social.
La filmografía incluye entrevistas con figuras emblemáticas como Helga de Alvear, fallecida galerista que defendió su trabajo durante décadas, y Manuel Segade, director del Museo Reina Sofía. Estas voces reconstruyen un panorama amplio de su carrera, que ha viajado por museos internacionales mientras enfrentaba restricciones en España debido a su postura crítica hacia sistemas opresivos. Una de las piezas centrales discutidas es su rechazo al Premio Nacional de Artes Plásticas en 2010, así como su controversia en ARCO por una serie fotográfica relacionada con presos políticos.
Sierra mismo explica que prefiere mantenerse anónimo frente a cámaras y micrófonos, enfocándose exclusivamente en su creación artística. Su decisión de evitar aparecer públicamente responde a una estrategia deliberada: desviar la atención hacia el mensaje más allá de la persona que lo transmite. En una sociedad donde la imagen personal domina las narrativas mediáticas, esta postura marca una diferencia significativa.
Desde la perspectiva de un espectador, este documental invita a reconsiderar el rol del arte como herramienta de cambio social. Más que simplemente admirar obras visuales, nos obliga a cuestionar las normas implícitas que regulan nuestras vidas diarias. La honestidad con la que Santiago Sierra aborda temas delicados, como el colonialismo o los genocidios modernos, provoca una profunda incomodidad necesaria para generar conciencia colectiva.
Este tipo de arte, definido por el propio Sierra como "libertario" y "emancipatorio", busca revertir patrones culturales arraigados en siglos de dominación y explotación. En un mundo donde las fronteras entre propaganda y expresión artística son cada vez más difusas, su propuesta actúa como un recordatorio constante de lo que elegimos ignorar. En última instancia, el valor de su trabajo radica en su capacidad para abrir brechas en el tejido social, permitiendo que nuevas formas de pensamiento florezcan en su lugar.