En el mundo de las artes visuales, un filósofo destacado sostuvo que el verdadero espectador debe involucrarse activamente con lo que se presenta frente a él. Este principio se aplica no solo al teatro, sino también al cine, donde la inmersión es aún más profunda. La obra cinematográfica "La historia de Souleymane", dirigida por Boris Lojkine, invita al público a experimentar una conexión personal con el protagonista, llevándolos más allá de la simple observación. A través de un relato cotidiano sobre un repartidor en París, esta película desafía convenciones narrativas y emocionales, transformando tanto al personaje como al espectador.
En el corazón de la capital francesa, durante dos días intensos, seguimos la vida de Souleymane, un repartidor interpretado magistralmente por Abou Sangare. En este contexto urbano y casi pedestre, Lojkine construye una narrativa que rápidamente se vuelve extraordinaria e injusta. Con cada entrega de paquetes contra reloj, el protagonista enfrenta dilemas existenciales relacionados con su solicitud de asilo. Su historia, repetida insistentemente ante un funcionario público, cobra vida en cada detalle, forzando al espectador a sentir empatía y comprensión.
La cámara de Lojkine no se limita al naturalismo; más bien, capta la angustia cruda de un hombre marginado y rechazado. Esta experiencia cinematográfica trasciende lo visual, convirtiéndose en algo visceral que conecta profundamente con quienes la presencian. Al final, cuando llega la escena culminante en el tribunal, la frontera entre el espectador y el protagonista se desdibuja completamente, dejando una impresión duradera.
Desde una perspectiva periodística, esta película nos enseña que el cine tiene el poder de transformar no solo historias, sino también realidades. Al comprometerse plenamente con la experiencia de Souleymane, los espectadores descubren cómo sus propias circunstancias pueden entrelazarse con las de otros, incluso aquellos aparentemente lejanos. Este ejercicio de empatía y comprensión es crucial en tiempos donde la distancia social a menudo prevalece. “La historia de Souleymane” es un recordatorio poderoso de que el arte puede ser una herramienta para acercarnos unos a otros.