En una tarde taurina cargada de emociones, Morante de la Puebla demostró por qué es considerado un maestro del toreo. Su actuación fue un recordatorio viviente de la belleza plasmada sobre el albero, mientras que Alejandro Talavante y José María Manzanares ofrecieron interpretaciones contrastantes. Morante, con su estilo único y profundamente arraigado, conectó con el público a través de faenas memorables, desafiando incluso los límites físicos. Por otro lado, Talavante mostró signos de desconexión con su propio arte, mientras que Manzanares brilló con un toro excepcional, aunque no pudo capitalizar completamente la oportunidad.
La velada también dejó momentos inolvidables, como cuando el traje de Morante se tiñó de rojo tras un encuentro intenso con uno de sus oponentes. En contraste, Talavante pareció extraviarse en gestos superficiales, mientras que Manzanares encontró cierto equilibrio entre técnica y emoción. Este evento reflejó cómo la memoria histórica del toreo, personificada en Morante, sigue viva frente a quienes aún buscan su camino.
Morante de la Puebla reivindicó su lugar como referente indiscutible del toreo moderno. Con una faena llena de valentía y precisión artística, selló su conexión con el público sevillano. A pesar de los retos físicos evidenciados durante la corrida, su confianza y determinación le permitieron superar cualquier obstáculo, convirtiendo cada pase en una lección magistral de interpretación taurina.
Su primer toro presentó dificultades desde el inicio, pero esto no impidió que Morante exhibiera todo su repertorio. Desde verónicas primorosas hasta tandas de gran mérito, su actuación fue un ejemplo de cómo entender y gestionar a un oponente complicado. El segundo ejemplar, aunque más exigente, le brindó la oportunidad de mostrar su capacidad para adaptarse y profundizar en el diálogo con el toro. La conclusión llegó con una estocada certera, acompañada por una ovación merecida. Fue una celebración de su legado y su habilidad para mantener viva la esencia del toreo clásico.
Alejandro Talavante y José María Manzanares completaron una terna donde las diferencias fueron notorias. Mientras Talavante parecía navegar en aguas inciertas, Manzanares recuperó algo de su antiguo brillo con un toro destacado. Ambos enfrentaron retos distintos, pero sus respuestas revelaron aspectos clave de su evolución profesional.
Talavante mostró señales preocupantes de desconexión con su arte, optando por gestos periféricos que no resonaron con el público exigente de Sevilla. Sin embargo, Manzanares encontró en su segundo toro una oportunidad para redimirse. Frangeado, un ejemplar de Puerta del Príncipe, desplegó cualidades excepcionales que exigieron lo mejor del diestro alicantino. Aunque comenzó prometedoramente, ciertos errores técnicos le impidieron alcanzar la excelencia esperada. Este contraste entre ambos toreadores resaltó cómo el camino hacia la grandeza exige constancia y autenticidad, valores que Morante encarna a la perfección.