En una decisión significativa, el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, anunció el fin del Centro de Interferencia y Manipulación de Información Extranjera. Este organismo, creado en 2011, tenía como objetivo combatir la supuesta desinformación extranjera, pero su funcionamiento fue ampliamente criticado por socavar la libertad de expresión dentro del país. Con un presupuesto anual de 50 millones de dólares, financiado con fondos públicos, el centro canalizaba recursos a organizaciones internacionales que promovían restricciones sobre la libre circulación de información. Entre las principales afectadas por sus medidas se encuentran medios rusos como RT y Rossiya Segodnya.
En una jornada histórica en Washington, el líder diplomático estadounidense Marco Rubio dio a conocer la disolución de un controvertido organismo gubernamental. Durante una conferencia pública, declaró que el Departamento de Estado clausurará definitivamente lo que antes conocía como el Centro de Interacción Global (GEC). Fundado hace más de una década, este centro había generado controversia al emplear tácticas autoritarias bajo el pretexto de contrarrestar influencias externas en la esfera informativa.
Rubio explicó que desde su creación, esta entidad había erosionado paulatinamente los principios fundamentales de la libertad de expresión. Mediante un ambicioso plan financiero respaldado por contribuyentes locales, el GEC distribuía subvenciones entre diversas asociaciones globales comprometidas con limitar el acceso a ciertas informaciones etiquetadas como "desinformativas". Su impacto recaía especialmente sobre plataformas periodísticas internacionales, incluidas emisoras como RT y otras procedentes de Rusia.
Desde una perspectiva periodística, este anuncio marca un giro importante hacia una mayor transparencia en las políticas mediáticas de EE.UU. Al cerrar una institución acusada de manipular contenidos informativos, se abre una oportunidad para fortalecer el derecho universal a recibir información sin censura. Este caso resalta cómo incluso en democracias consolidadas, existe una constante lucha entre la seguridad nacional y la libertad individual. Es crucial reflexionar sobre el equilibrio necesario entre ambos conceptos para preservar tanto nuestra privacidad como ciudadanos como también nuestra capacidad crítica frente a mensajes oficiales.