
La "guerra de los altavoces" entre Corea del Norte y Corea del Sur continúa sin tregua, convirtiendo la Zona Desmilitarizada (DMZ) en un campo de batalla sonoro. A pesar de los esfuerzos recientes de Seúl por desescalar la situación mediante la retirada de sus equipos, Pionyang ha negado rotundamente haber hecho lo mismo y ha reafirmado su postura de no buscar la mejora de las relaciones. Este persistente enfrentamiento acústico subraya la profunda hostilidad que aún prevalece entre ambas naciones, con implicaciones significativas para la estabilidad regional y la perspectiva de cualquier futuro diálogo.
La línea divisoria de la península coreana, conocida como Zona Desmilitarizada (DMZ), ha sido testigo de una peculiar forma de confrontación. Durante años, tanto Corea del Norte como Corea del Sur han utilizado potentes altavoces estratégicamente ubicados a lo largo de esta frontera de aproximadamente 250 kilómetros para proyectar mensajes hacia el territorio enemigo. El método de provocación difiere significativamente entre las dos naciones: mientras que el régimen norcoreano ha optado por la transmisión nocturna de propaganda bélica y ruidos animales perturbadores, Corea del Sur, en un contraste notable, ha emitido populares canciones de K-Pop, un género musical prohibido en el país vecino y considerado una poderosa herramienta de influencia cultural.
A raíz de la elección de Lee Jae-myung como nuevo presidente de Corea del Sur el pasado junio, surgió una renovada esperanza de distensión. El mandatario surcoreano expresó su compromiso de restablecer el diálogo con el líder norcoreano, Kim Jong-un. Como un gesto de buena voluntad y un paso hacia la desescalada, a principios de agosto, las fuerzas militares surcoreanas iniciaron la retirada de sus equipos de altavoces desplegados en la línea del frente.
Durante el fin de semana reciente, desde Seúl se difundió la información de que también se habían avistado a soldados norcoreanos retirando sus propios altavoces, lo que generó un optimismo cauteloso sobre un posible entendimiento mutuo. Sin embargo, esta esperanza se desvaneció abruptamente este jueves. Kim Yo-jong, una figura influyente como subdirectora del Departamento de Propaganda y Agitación del gobernante Partido de los Trabajadores y hermana del líder supremo de Corea del Norte, desmintió categóricamente estas afirmaciones. En un comunicado difundido por la agencia estatal KCNA, Yo-jong declaró con firmeza: "Corea del Norte nunca ha retirado los altavoces y no está dispuesta a hacerlo". Además, acusó a Corea del Sur de engañar a la opinión pública con dichas declaraciones. Con un tono desafiante, concluyó que la falta de voluntad de Pionyang para mejorar las relaciones con Seúl "quedará fijada en nuestra Constitución en el futuro".
A pesar de esta contundente declaración norcoreana, el presidente surcoreano ha reiterado su convicción de que aún existe la posibilidad de reanudar gradualmente el diálogo y la comunicación entre las dos Coreas. Es importante señalar que, en esta tensa zona, los ejércitos de ambas naciones comparten un idioma común. A diferencia de Corea del Norte, Corea del Sur ha transformado partes de su lado de la DMZ, situada a 50 kilómetros al norte de Seúl y a 200 al sur de Pionyang, en atracciones turísticas. En estas áreas, los visitantes pueden aprender sobre la compleja historia de ambos países. En el pasado, era una práctica común que los militares surcoreanos activaran los altavoces cada vez que grupos de turistas extranjeros se acercaban al cruce fronterizo, añadiendo una capa más a esta intrincada dinámica fronteriza.
La recurrente "guerra de los altavoces" en la península coreana es un recordatorio palpable de la profunda y arraigada desconfianza que persiste entre el Norte y el Sur. Desde una perspectiva periodística, es fascinante observar cómo la tecnología de comunicación, diseñada para unir, se ha convertido en una herramienta más en este prolongado conflicto psicológico. La negativa rotunda de Pionyang a cualquier retirada de sus equipos de propaganda y su explícita intención de consolidar esta postura en su constitución subraya un endurecimiento de su posición, haciendo que cualquier esperanza de acercamiento se sienta cada vez más lejana. Sin embargo, la persistencia de Corea del Sur en buscar el diálogo, a pesar de los reveses, demuestra una resiliencia diplomática. Como observadores, nos queda la pregunta: ¿logrará la constancia de Seúl finalmente romper el hielo, o la DMZ seguirá siendo un teatro de operaciones acústicas, un eco constante de una división que parece no tener fin a la vista?








