La mañana comenzaba en el estudio de RTA para Khadija, cuyo rostro, con un velo discreto y un maquillaje sutil, se convertía en el canal a través del cual la nación afgana se informaba sobre los acontecimientos diarios. Sin embargo, el regreso del régimen talibán en 2021 cambió drásticamente su realidad. Las primeras medidas impuestas por los extremistas fueron dirigidas a silenciar voces como la suya, emitiendo amenazas directas de muerte para impedirle regresar a su puesto. Aunque muchos periodistas son reconocidos por sus grandes reportajes, pocos han puesto en juego tanto como Khadija para cumplir con su vocación de informar.
Ambas, Khadija y Mónica, son destacadas presentadoras de televisión que iniciaron sus carreras en la veintena, dedicándose a la conducción de noticieros. Ambas son mujeres de convicciones claras. Sin embargo, sus realidades son diametralmente opuestas. Mientras para una el periodismo representa una fuente de vida y realización, para la otra, estuvo a punto de ser la causa de su aniquilación. La diferencia fundamental radica en que Khadija Amin nació en Afganistán, mientras que Mónica Carrillo creció en España. Amin era una figura central en RTA, la equivalente afgana de RTVE, mientras que Carrillo presenta los informativos de fin de semana en Antena 3 junto a Matías Prats. En este encuentro, ambas profundizan en sus experiencias y perspectivas.
La vida de Khadija, nacida en Kabul en 1993, comenzó en un período democrático, reflejado en fotografías de sus padres saliendo sin restricciones. No obstante, la llegada de los muyahidines un mes después de su nacimiento, seguida por el ascenso de los talibanes en 1996, impuso severas limitaciones a las mujeres. A pesar de la prohibición de asistir a la escuela, Khadija recibió educación clandestina en habitaciones ocultas, donde, junto a otras niñas, aprendía a leer, escribir y calcular. Este aprendizaje oculto la llenaba de alegría, a pesar de las preguntas recurrentes a su madre sobre por qué su hermano podía estudiar libremente y ella no. La persistencia de su madre fue clave para su continuo deseo de aprender.
La caída del régimen talibán en 2001 permitió a Khadija acceder a la educación formal, culminando en su ingreso a la universidad. Sin embargo, su matrimonio forzado a los 19 años detuvo abruptamente su progreso. Tras su divorcio a los 25, Khadija retomó sus estudios en periodismo, impulsada por el deseo de educar a otras mujeres sobre sus derechos. Apenas tres meses después de iniciar su formación, ya estaba trabajando en televisión, alternando sus clases matutinas con prácticas vespertinas. Su compromiso con la verdad y la justicia se convirtió en el motor de su vida profesional.
El 15 de agosto de 2021, Khadija presentó las noticias de la mañana en la cadena nacional. Al regresar de un reportaje, su jefe le comunicó que no podía volver. A pesar de su insistencia, al día 18, fue amenazada de muerte. Gracias a la intervención de la periodista española Mónica Ceberio, logró salir de Afganistán en un vuelo el día 21. La vida de una periodista en Afganistán, especialmente para una mujer, es extremadamente peligrosa. Khadija relata cómo las mujeres periodistas enfrentan un riesgo constante de asesinato, describiendo la angustia de salir cada mañana sin saber si regresaría viva y los horrores de cubrir atentados terroristas, donde incluso perdió a colegas.
Mónica Carrillo se muestra fascinada por la fuerza y la rebeldía de Khadija, incluso después de todo lo que ha vivido. La pregunta de Mónica, sobre cómo Khadija mantiene su fuerza a pesar de la distancia de sus hijos, resalta el sacrificio personal que ha hecho por su misión. Khadija confiesa que a veces desea desaparecer, pero luego se recuerda que su silencio significaría el olvido para las mujeres afganas. Revela la dolorosa separación de sus tres hijos desde el 18 de noviembre, con la esperanza inquebrantable de reunirse con ellos en el futuro. Mónica, por su parte, reflexiona sobre la banalización de las noticias en el mundo occidental, donde se priorizan trivialidades sobre tragedias humanas de inmensa magnitud.
Khadija narra las múltiples formas de violencia machista que sufrió en su matrimonio forzado: agresiones físicas, verbales, insultos, la prohibición de salir sola y la obligación de usar burka. Detalla un intento de estrangulamiento y la brutalidad de su exmarido, quien incluso le exigió abortar si el bebé era niña. Su testimonio se convierte en un grito de esperanza al afirmar: "¡Pero ahora soy una mujer que estoy ayudando a las mujeres afganas!". Su llegada a España fue también un desafío, durmiendo una semana en un parque en Madrid mientras aprendía español y trabajaba incansablemente en la hostelería para salir adelante. Describe el burka como una "prisión" y confiesa un intento de suicidio, del que su hijo aún tiene recuerdos traumáticos. A pesar de los peligros, Khadija ha logrado ayudar a 34 mujeres a escapar de Afganistán y ahora imparte clases clandestinas online, continuando su labor educativa desde la distancia.
Mónica Carrillo reconoce su privilegio al haber podido elegir su carrera y su futuro, pero subraya que el machismo está estructuralmente arraigado en la sociedad, incluso en España. Khadija, por su parte, ha enfrentado directamente la islamofobia, siendo etiquetada como terrorista en un debate, una experiencia que la hizo sentirse señalada. Ambas periodistas coinciden en la preocupación por la tendencia global a la polarización y la simplificación de mensajes, que impiden el diálogo y la comprensión de las complejidades. Khadija enfatiza que el velo es el menor de los problemas para las mujeres afganas, cuya prioridad es la educación, el trabajo y la supervivencia. Aboga por empoderar a las mujeres para que tomen sus propias decisiones, recordando cómo su propio hermano dejó de cuestionar su elección de no usar velo cuando ella se volvió independiente.
Khadija ha cubierto atentados devastadores, incluyendo el asesinato de un colega y la masacre en una maternidad, experiencias que la han dejado con pesadillas recurrentes. A pesar del inmenso dolor y la dificultad de contactar a sus hijos, Khadija se niega a ser infeliz. Encuentra consuelo en su lucha y en la certeza de que sus hijos, en el futuro, la buscarán. Su historia es un testamento de la resistencia y el poder de la esperanza frente a la adversidad más profunda.