En una época marcada por convencionalismos y misoginia, Maruja Mallo emergió como una figura clave del arte español del siglo XX. Originaria de Viveiro (Lugo), esta destacada pintora dejó huella con su estilo único e irreverente. A lo largo de su vida, desafió normas y cuestionó estructuras artísticas establecidas, consolidándose como una de las voces más importantes de la Generación del 27. Su obra, reconocida recientemente a través de una exposición en el Centro Botín de Santander, sigue inspirando nuevas generaciones.
Nacida en 1902, Maruja Mallo comenzó su andadura artística desde muy joven. En 1922, trasladándose a Madrid para estudiar Bellas Artes, rápidamente se convirtió en una figura influyente dentro del movimiento vanguardista. En un ambiente donde predominaban figuras masculinas, Maruja destacó por su capacidad innovadora y su espíritu libre. Colaboró estrechamente con el grupo Las Sinsombrero, promoviendo valores feministas antes incluso de que este término se popularizara. Durante décadas, su trabajo evolucionó desde temáticas populares hasta exploraciones abstractas llenas de simbolismo y misticismo. Entre sus series más icónicas se encuentran “Cloacas y campanarios” y “Arquitecturas rurales”. Incluso durante su exilio tras la Guerra Civil española, continuó produciendo obras memorables desde Buenos Aires hasta Santiago de Chile.
En los años ochenta, gracias al esfuerzo de figuras como Estrella de Diego, Maruja recuperó el reconocimiento merecido en España. Sus últimas creaciones, como “Los moradores del vacío”, reflejan una imaginación sin límites, explorando conceptos abstractos como viajes astrales y dimensiones desconocidas.
El Centro Botín de Santander ha dedicado una exposición retrospectiva impresionante que reúne casi 150 piezas, incluyendo pinturas, dibujos y documentación histórica. Esta muestra no solo celebra su legado artístico sino también su impacto cultural duradero.
Desde sus primeros pasos en el mundo del arte hasta su muerte en 1995, Maruja Mallo fue una revolucionaria incansable, siempre dispuesta a romper moldes y crear algo completamente nuevo.
Como afirma Patricia Molins, comisaria de la exposición: "Ella participó activamente en todos los debates estéticos de su tiempo, contribuyendo con una visión única que trascendía cualquier etiqueta".
Ahora, mediante esta exhibición excepcional, podemos redescubrir su genio creativo plasmado en cada lienzo.
Concluyendo, Manuel Segade, director del Museo Reina Sofía, subraya: "Maruja Mallo representa uno de los mayores aportes al imaginario cultural de la Generación del 27".
En resumen, esta artista gallega transformó no solo el panorama artístico español sino también nuestras percepciones sobre lo que significa ser una creadora genuina.
Desde sus inicios en Madrid hasta su regreso triunfal en los años ochenta, Maruja Mallo nunca dejó de sorprender ni de reinventarse.
Actualmente, esta exposición nos invita a reflexionar sobre cómo las visiones únicas pueden cambiar el curso de la historia del arte.
Verla en pantalla gigante al final del recorrido, hablando con Paloma Chamorro, es testimonio vivo de su carisma y profundidad intelectual.
Al contemplar la trayectoria de Maruja Mallo, queda claro que el arte verdaderamente innovador no solo desafía límites técnicos sino también sociales y culturales. Su ejemplo demuestra que la autenticidad y el coraje son ingredientes indispensables para dejar una huella imborrable en el tiempo. Nos enseña que, incluso frente a adversidades, la pasión por crear puede abrir puertas hacia nuevos horizontes artísticos y humanos. Hoy, mientras admiramos su obra, comprendemos mejor el poder transformador del arte cuando está impulsado por una voz valiente y original.