El pan en forma de aro, conocido como bagel, ha trascendido fronteras para convertirse en un símbolo culinario internacional. Originado en Europa del Este durante el siglo XVII, este producto horneado fue creado por la comunidad judía polaca y se caracteriza por su proceso único de cocción que incluye hervir antes de hornear. Esta técnica especial otorga al bagel una textura exterior brillante y crujiente con un interior denso y suave, haciéndolo perfecto tanto para preparaciones dulces como saladas.

A medida que avanzó el tiempo, los bagels cruzaron el océano Atlántico y encontraron un hogar en las calles de Estados Unidos, especialmente en Nueva York. Allí se convirtieron en un ícono cultural, celebrados no solo por su sabor sino también por su capacidad para adaptarse a diversas combinaciones culinarias. La versatilidad del bagel permite transformarlo en una experiencia gastronómica única cada vez que se prepara, ya sea con ingredientes tradicionales o innovadores.

Celebrar el Día Mundial del Bagel es rendir homenaje a esta maravilla de la panadería. No sólo es un tributo a su rica historia y elaboración meticulosa, sino también una oportunidad para explorar nuevas formas de disfrutarlo. Ya sea con salmón ahumado y queso crema, palta y hummus, o frutas frescas y crema de avellanas, cada bocado de bagel nos invita a experimentar y crear recetas propias, fomentando la creatividad y diversidad en nuestra mesa diaria.