En la Ciudad de México, el barrio de Nuevo Polanco ha experimentado un cambio radical en su estructura demográfica y social. Anteriormente habitada por una comunidad modesta, este distrito se ha convertido en un epicentro para los nuevos ricos, marcando un proceso intenso de gentrificación. Esta transformación urbana trae consigo desafíos significativos relacionados con la infraestructura y el bienestar de sus residentes originales.
En medio de un otoño dorado, las calles de Nuevo Polanco reflejan un contraste entre lujo emergente e infraestructura obsoleta. Durante décadas, esta área albergó a una población reducida, aproximadamente 5 mil personas. Sin embargo, en poco tiempo, esta cifra escaló hasta alcanzar los 80 mil habitantes actuales. Este crecimiento explosivo no fue acompañado por mejoras equivalentes en servicios básicos como drenaje, transporte y áreas verdes.
Las principales empresas inmobiliarias, lideradas por figuras destacadas como Carlos Slim, han jugado un papel crucial en esta metamorfosis. Proyectos ambiciosos han llenado el horizonte de Nuevo Polanco con edificios modernos que combinan oficinas y viviendas lujosas. A pesar de estos desarrollos, problemas crónicos persisten, incluyendo intersecciones peligrosas y una falta notable de espacios recreativos.
Un informe de hace una década ya advertía sobre estas tensiones urbanísticas, subrayando la necesidad de equilibrar inversión y desarrollo sostenible. Sin embargo, la realidad actual indica que dichas advertencias no fueron completamente abordadas.
Desde una perspectiva periodística, la situación de Nuevo Polanco nos invita a reflexionar sobre los costos reales del progreso. La gentrificación, aunque puede mejorar ciertos aspectos visibles de un área urbana, a menudo lleva consigo la expulsión de comunidades históricas. Este fenómeno genera una brecha cada vez mayor entre quienes pueden disfrutar de los beneficios de la modernización y aquellos que son marginados.
Es fundamental que tanto autoridades como desarrolladores privados prioricen soluciones inclusivas que beneficien a todos los sectores de la sociedad. Solo así será posible construir ciudades verdaderamente sostenibles y justas, donde el aroma del éxito no esté teñido por la exclusión social.