En una tarde primaveral en Valladolid, el mundo del toreo vivió un espectáculo intenso y emocionante. Emilio de Justo se alzó como el gran triunfador tras cortar tres orejas, destacando por su habilidad frente a toros que ofrecieron juego variado. En contraste, Juan Ortega y Morante de la Puebla no lograron conquistar al público, enfrentándose incluso a abucheos. El evento, celebrado ante más de tres cuartos de entrada, dejó momentos memorables en la plaza.

La corrida comenzó con Morante de la Puebla enfrentando un primer toro carente de fuerza, mostrando poco interés en seguir la muleta. A pesar de intentar impresionar con movimientos técnicos y elegantes, como los ayudados por alto y molinetes, le faltó limpieza en sus pases para cautivar al público. Este desempeño inicial marcó un tono complicado para el diestro.

El segundo toro, sin embargo, trajo consigo una explosión de emoción. Un ejemplar bravo, aunque algo agresivo tras una difícil lidia a caballo, proporcionó a Emilio de Justo una oportunidad dorada. Con intensidad y entrega, De Justo ejecutó tandas prolongadas, destacándose particularmente con un monumental pase de pecho que encendió al tendido. Su técnica combinada con pasión resultó clave para obtener una respuesta positiva del público.

Juan Ortega también tuvo su momento bajo los reflectores, presentando un tercer toro que prometía pero finalmente decepcionó. Aunque su recibo a verónica fue pura poesía, el animal perdió fuelle rápidamente, impidiendo que Ortega desarrollara una faena completa. Sin embargo, dejó detalles de calidad que recordaron su talento innato.

Para cerrar, el sexto toro demostró ser un reto considerable debido a su embestida desordenada. Ortega trató de mantener el control con paciencia y sutileza, pero las limitaciones del astado impidieron un desenlace glorioso.

Con este resultado, Emilio de Justo consolidó su posición como figura destacada en la temporada, mientras que Morante y Ortega tendrán que replantearse estrategias futuras. La tarde quedará grabada en la memoria de los aficionados como un ejemplo de cómo el arte taurino puede alcanzar cotas excepcionales incluso en días desiguales.