En una interpretación magistral que combina música y teatro, el cuarto título de Händel presentado esta temporada por el Teatro Real ha generado reflexiones sobre cómo se percibe la ópera barroca contemporáneamente. Este espectáculo, que debutó en 2018 con un montaje dirigido por Graham Vick e incluyendo al destacado Plácido Domingo, ahora regresa bajo la batuta del Freiburger Barockorchester liderado por René Jacob. La producción no solo ofrece una experiencia musical excepcional, sino que también plantea preguntas cruciales sobre la interpretación moderna de estas obras históricas.

La puesta en escena explora cuestiones fundamentales relacionadas con la fidelidad a las raíces originales de la música barroca. En este caso particular, tanto la orquesta como los intérpretes vocales han trabajado meticulosamente para recrear el estilo musical del siglo XVIII. Aunque la calidad general es indiscutible, queda claro que los matices dramáticos de los libretos juegan un papel crucial en la percepción final de la obra. Algunos números pueden parecer repetitivos debido a la estructura convencional de ciertas figuras abstractas dentro de la narrativa operística.

El repertorio seleccionado, como las historias de Julio César o los encantamientos de Alcina, posee una riqueza dramática notablemente superior comparada con otros temas más simples. Esta profundidad es vital para evitar que la experiencia se sienta monótona. El éxito depende en gran medida de la habilidad del director para mantener viva la imaginación del público mediante su dirección creativa y dinámica.

Finalmente, tras tres horas y media de actuación, el público del Teatro Real reaccionó con respeto y apreciación. Sin embargo, la satisfacción personal variará según cada individuo. Mientras algunos disfrutarán profundamente de la autenticidad y la exquisitez musical, otros podrían encontrar momentos menos cautivadores en esta exploración profunda de la ópera barroca.