En el vasto mundo del cine contemporáneo, dos obras destacan por su enfoque único y provocador: "Eddington" y "La Petite Dernière". La primera, una creación de Ari Aster, explora los límites de la fealdad como forma artística, mientras que la segunda, dirigida por Hafsia Herzi, abraza la delicadeza para narrar un viaje introspectivo. Ambas películas ofrecen visiones distintas pero igualmente poderosas sobre cómo se puede representar la realidad a través del lente cinematográfico.
En medio de un paisaje desértico y hostil, "Eddington" nos transporta a un pequeño pueblo de Nuevo México donde las tensiones entre el sheriff, interpretado por Joaquin Phoenix, y el alcalde, encarnado por Pedro Pascal, simbolizan las divisiones sociales actuales. Desde debates sobre mascarillas hasta teorías conspirativas, la película retrata un mundo dominado por la paranoia. A diferencia de esta cacofonía visual y emocional, "La Petite Dernière" presenta una historia íntima y silenciosa. Ambientada en París, sigue a una joven musulmana que enfrenta conflictos internos y externos al intentar reconciliar su identidad cultural, religiosa y sexual.
Con diálogos tensos y actuaciones intensas, "Eddington" busca incomodar al espectador con su crudeza deliberada. En contraste, "La Petite Dernière" utiliza pausas y miradas para transmitir profundidad sin palabras. Ambas cintas invitan al público a reflexionar sobre cómo diferentes estilos narrativos pueden capturar facetas esenciales de la condición humana.
Desde el caos organizado de Eddington hasta la serena observación de La Petite Dernière, estas producciones demuestran que el arte no siempre debe buscar la belleza convencional para impactar. En lugar de eso, encuentran valor en lo grotesco o en lo sutil, proporcionando experiencias visuales y emocionales únicas.
En cuanto a personajes memorables, Joaquin Phoenix entrega una actuación monumental que encapsula no solo a su personaje sino también al espíritu fragmentado de nuestra época moderna. Su interpretación, cargada de capas simbólicas, representa tanto al individuo como al colectivo enfrentándose a fuerzas mayores que amenazan su cordura y estabilidad.
Mientras tanto, en otro contexto geográfico y emocional, la directora Hafsia Herzi logra plasmar con precisión los matices de una búsqueda personal sin recurrir a explicaciones excesivas ni moralismos innecesarios. Cada gesto cuenta, cada silencio resuena.
En resumen, ambas películas prueban que el cine tiene múltiples maneras de contar historias significativas—ya sea mediante estridencias extremas o sutilezas refinadas.
Desde la perspectiva de un periodista interesado en el análisis cultural, estas dos obras ofrecen lecciones valiosas sobre diversidad estética dentro del séptimo arte. Mientras algunas personas prefieren lo bello y armonioso, otras encuentran mérito en explorar territorios menos transitados como lo feo, lo incómodo o incluso lo incomprensible. Lo importante es que ambos enfoques tienen algo significativo que decir sobre quiénes somos como sociedad y cómo entendemos nuestras realidades más complejas.