La residencia donde vivía la pareja era un lugar poco adecuado para la convivencia, según los informes de salud pública. En este ambiente desordenado y plagado de roedores, Betsy contrajo el hantavirus, una enfermedad mortal que se transmite por contacto con excrementos o fluidos corporales de estos animales. Su fallecimiento dejó a Gene sumido en una profunda vulnerabilidad emocional y física.

Gene, quien padecía de problemas cardiovasculares relacionados con la hipertensión y la arteriosclerosis, enfrentaba además los desafíos del Alzheimer. Según las investigaciones policiales, es probable que tras la pérdida de su esposa, dejara de tomar sus medicamentos regulares, lo que contribuyó a su muerte ocurrida una semana después de la de Betsy. Este caso ha generado una profunda reflexión sobre la atención a personas mayores en situaciones de fragilidad.

Recientemente, los cuerpos de ambos fueron descansados en una ceremonia privada, tal como reportaron medios internacionales. La historia de esta pareja no solo refleja las complejas interacciones entre el entorno físico y la salud humana, sino también la necesidad urgente de mejorar los sistemas de apoyo para personas mayores con condiciones médicas específicas. Cuidar de quienes nos precedieron en la vida es un acto de humanidad que debe ser valorado siempre.