El proceso creativo detrás de esta producción fue titánico y lleno de detalles. En los Estudios Herbert Richers, un equipo dedicado creó medio centenar de locaciones principales y más de doscientos espacios interiores específicos para dar vida a la historia. Además, se levantó una ciudad ficticia en Jacarepaguá, transformando este lugar en un punto crucial para las grabaciones. Cada rincón construido estaba meticulosamente diseñado para transmitir emociones y realzar el contexto narrativo.

La elección de lugares naturales también jugó un papel esencial. Para representar el vasto cielo presente en la trama, los productores optaron por un campo de golf ubicado en Nogueira, Petrópolis, donde el horizonte abierto daba una sensación de inmensidad. Por otro lado, el llamado "Valle de los Suicidas" fue filmado en una cantera abandonada en Niterói, donde el paisaje rocoso ofrecía un contraste dramático con otros escenarios utilizados en la obra.

Este proyecto demuestra cómo la unión de talento artístico y recursos técnicos puede crear mundos enteros que cautivan al espectador. La imaginación no tiene límites cuando se combina con la dedicación y pasión de quienes trabajan detrás de cámaras, brindando experiencias visuales únicas y memorables.