En los corazones de las urbes, pequeños establecimientos se están convirtiendo en refugios acogedores para quienes buscan un rincón especial. Estos lugares no solo ofrecen bebidas exquisitas, sino que también fomentan una sensación de comunidad y pertenencia. En Madrid, tres nuevas coctelerías han surgido con la misión de convertirse en parte integral de sus vecindarios, creando experiencias únicas y memorables.
Uno de estos sitios es Planta Baja, un sótano que ha renovado su espíritu mientras mantiene la esencia del lugar donde se encuentra. Este espacio, que antes era conocido por ser exclusivo, ahora invita a todos a disfrutar de su atmósfera cálida y sus creaciones innovadoras. La carta de cócteles presenta mezclas sorprendentes que desafían lo convencional, como el Babaganilicin, una versión gourmet del clásico Penicillin. Además, los fines de semana, el local se llena de música vintage gracias a DJs culturales que seleccionan vinilos cuidadosamente.
Cheequitín es otro ejemplo de cómo un pequeño espacio puede hacer grandes cosas. Situado en una ubicación estratégica, este rectángulo diminuto ofrece dosis reducidas de cócteles elaborados con maestría, acompañados de bocaditos pensados hasta en el último detalle. Los creadores detrás de este proyecto han combinado lo mejor de diferentes culturas cocteleras para ofrecer una experiencia única, donde cada trago cuenta una historia y cada plato complementa perfectamente la bebida.
Finalmente, Scratch nos transporta a una época dorada de la música con su decoración retro y selección de discos. Aquí, Fernando Lobo ha creado un ambiente que fusiona lo clásico con lo moderno, ofreciendo tanto cócteles tradicionales como creaciones originales que juegan con sabores inesperados. Desde Daiquiris impecables hasta micheladas divertidas, cada preparación es una obra de arte en sí misma. Lo que hace especial a Scratch es su capacidad para conectar con los visitantes a través de la música y las bebidas, creando un vínculo entre pasado y presente.
Estas coctelerías demuestran que, a pesar de los cambios en nuestras ciudades, aún hay lugar para la autenticidad y la cercanía. Cada una de ellas ha encontrado su propia forma de ser más que un simple bar, convirtiéndose en espacios donde la gente puede encontrar comodidad, buena compañía y momentos inolvidables. Al final del día, lo que importa es crear comunidades alrededor de experiencias compartidas, algo que estas tres coctelerías logran con éxito y pasión.