La película dirigida por Laetitia Dosch presenta un juicio inusual donde un perro es el acusado por morder a una mujer. A través de la historia, se explora la responsabilidad del animal frente a sus acciones y cómo esto refleja aspectos humanos contemporáneos. La trama se complica al agregar elementos como xenofobia y misoginia, pero más allá de las apariencias superficiales, surge una fábula profunda sobre nuestra propia naturaleza y limitaciones.
En este debut cinematográfico, una abogada especializada en derechos animales enfrenta un caso singular. Un tribunal juzga a un perro por su comportamiento agresivo hacia una mujer. Este planteamiento invita a reflexionar sobre la capacidad de los animales para ser considerados responsables de sus actos, llevando al espectador a cuestionarse si tal atribución tiene fundamento o simplemente revela nuestras propias fallas y prejuicios.
El desarrollo del juicio desentraña capas adicionales de complejidad. Cuando se descubre que la víctima es una joven portuguesa, el perro es etiquetado no solo como un peligro, sino también como un símbolo de xenofobia y misoginia. Sin embargo, esta interpretación va más allá de lo evidente, convirtiéndose en una metáfora hábilmente construida que critica los nuevos movimientos políticos y sociales actuales. La directora logra mantener al público intrigado mientras despliega una narrativa que combina humor con seriedad, forzando una introspección colectiva sobre nuestras burbujas ideológicas y nuestra condición animal.
La película utiliza el contexto del juicio para provocar pensamientos sobre nuestra relación con los animales y entre nosotros mismos. La protagonista, una defensora de animales, debe lidiar con la imposibilidad de razonar fuera de nuestras propias burbujas ideológicas y culturales. Esta exploración nos lleva a reconsiderar qué significa ser humano y cómo nuestras acciones pueden ser vistas desde diferentes perspectivas.
A medida que avanza la trama, emerge una crítica velada a los extremismos modernos. El film sugiere que, al igual que el perro, estamos sujetos a impulsos primitivos que a veces salen a flote en formas preocupantes. Laetitia Dosch logra crear un trabajo que es tanto una sátira como una meditación seria sobre la condición humana. A pesar de su presentación inicial como una comedia ligera, la obra gira sorprendentemente hacia terrenos más oscuros y reflexivos. Al final, queda claro que esta película es mucho más que una simple historia; es una invitación a mirarnos a nosotros mismos a través del espejo distorsionado de un juicio canino.