En un mundo donde los gigantes tecnológicos manejan vastos volúmenes de información, el impacto de plataformas como Twitter e Instagram en la política y la opinión pública ha sido significativo. En abril de 2022, Elon Musk propuso comprar Twitter por una cifra millonaria, lo que marcó un cambio en cómo se gestiona y difunde la información digital. Este movimiento coincidió con un aumento en la polarización política, particularmente vinculado a figuras como Donald Trump. Expertos destacan cómo estas plataformas influyen no solo en lo que pensamos, sino también en cómo lo pensamos, desafiando conceptos como libertad de expresión y desinformación.
La influencia de las redes sociales en la política fue analizada durante la XXVI edición del Congreso de Periodismo de Huesca. Ricardo Béjar, ex directivo de Meta, reveló preocupantes cifras sobre la exposición al discurso de odio en plataformas como Facebook e Instagram. A pesar de advertir sobre estos problemas a ejecutivos como Mark Zuckerberg, poco se hizo para abordarlos efectivamente. Según Béjar, uno de cada ocho usuarios está expuesto regularmente a mensajes odiosos, lo que plantea serias dudas sobre la responsabilidad de estas empresas.
Este fenómeno no es nuevo; desde 2016, las campañas políticas han utilizado estrategias digitales para moldear opiniones. Donald Trump y Elon Musk han sido señalados como actores clave en este proceso, utilizando algoritmos para influir en la opinión pública. Según estudios de la Universidad de Boston, existe una clara conexión entre estas plataformas y movimientos políticos extremistas. Carmela Ríos, especialista en desinformación, enfatizó que "la desinformación es la gran historia contemporánea" y que combatirla requiere periodismo riguroso y presencia activa en plataformas como X (anteriormente Twitter).
Otro aspecto crucial discutido fue la necesidad de recuperar espacios digitales democráticos. Para Béjar, esto implica crear plataformas que fomenten debates saludables sin distorsionar el discurso. Además, se sugirió que los usuarios pueden tomar medidas proactivas, como personalizar sus experiencias en redes sociales o utilizar alternativas como Bluesky, diseñadas específicamente para reducir la desinformación.
Finalmente, el debate sobre los límites de la libertad de expresión sigue abierto entre comunicadores y expertos. Mientras algunos argumentan que estas limitaciones son necesarias para proteger a la sociedad, otros temen que restricciones excesivas puedan dañar principios fundamentales de libre expresión. Lo cierto es que encontrar un equilibrio sostenible será vital para el futuro de las comunicaciones digitales.