La película "Septiembre 5" nos transporta a un momento crucial en la historia del periodismo, donde los teletipos no solo transmitían noticias, sino que se convertían en el propio suceso. Este relato nos sumerge en la sala de control durante el atentado terrorista de los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972, marcando un hito en la transmisión en directo de eventos trágicos. La cinta reflexiona sobre la construcción de la realidad y el valor de la verdad en tiempos de crisis, destacando la importancia de la verificación frente a la prisa por ser los primeros en informar.
En una era donde las noticias viajaban a través de cables y máquinas, los teletipos eran más que simples dispositivos; eran portadores de la cruda realidad. Cuando un operador sostenía en sus manos el papel impreso por estos aparatos, cargaba con el peso de acontecimientos históricos. El asesinato de un líder o la victoria olímpica de un atleta adquirían una dimensión física, tangente al papel que salía de la máquina. Esta materialización de la información creaba una conexión directa entre el lector y el suceso, otorgando al periodismo una relevancia inmediata y palpable.
Los teletipos representaban no solo el medio para transmitir noticias, sino también la propia noticia en su forma más pura. En un mundo donde la velocidad de la información puede diluir su impacto, estos aparatos mantenían viva la esencia del periodismo. Cada clic y ruido mecánico emitido por el teletipo recordaba a quienes lo escuchaban que estaban presenciando algo real, algo tangible. Esta experiencia sensorial añadía una capa de autenticidad que hoy parece casi mítica. La película explora esta relación íntima entre el dispositivo y el evento, resaltando cómo los teletipos se convirtieron en testigos silenciosos de momentos cruciales en la historia.
El film se centra en el desafío de narrar hechos mientras ocurren, explorando la tensión entre la urgencia de informar y la necesidad de verificar. Durante el ataque terrorista en los Juegos Olímpicos de Múnich, la sala de control se convierte en un microcosmos donde se debate la responsabilidad de transmitir la verdad en tiempo real. Los personajes enfrentan dilemas éticos mientras intentan equilibrar la precisión con la rapidez, reconociendo que cada palabra emitida puede tener consecuencias duraderas.
La película aborda temas profundos sobre la naturaleza de la verdad y la construcción de la realidad en medio del caos. A medida que los eventos se desarrollan, los protagonistas deben decidir qué información compartir y cuándo hacerlo, sabiendo que sus decisiones afectarán tanto a los espectadores como a la percepción histórica del suceso. Esta exploración crítica del periodismo en acción revela cómo la presión de ser los primeros en informar puede comprometer la integridad de la noticia. La cinta subraya que la verdadera misión del periodista no es competir por la primicia, sino confirmar y contextualizar los hechos, asegurando que la historia se narre con honestidad y rigor.