La ceremonia de los premios Oscar, que alguna vez se centraba en la mera celebración de la excelencia cinematográfica, ha evolucionado en una compleja trama de estrategias publicitarias y agendas sociales. Este fenómeno no solo involucra a las películas nominadas, sino también a los actores, directores y equipos de producción, quienes deben navegar por un laberinto de expectativas y controversias. La reciente polémica en torno a Karla Sofía Gascón, protagonista de Emilia Pérez, ilustra cómo el mundo de los premios cinematográficos puede convertirse en un campo minado para los artistas y sus representantes.
Los premios Oscar ya no son simplemente un reconocimiento al talento cinematográfico. Han transformado la temporada de premios en una maratón global que incluye galardones de diversos gremios, eventos formales e informales, y una intensa campaña de promoción. Esta expansión ha llevado a que los equipos de producción viajen por todo el mundo buscando influir en el voto de los miembros de la Academia, especialmente aquellos fuera de Estados Unidos. El objetivo es no solo destacar la calidad de la obra, sino también generar simpatía y conciencia social.
Netflix, con su obsesión por conquistar el Oscar, ha invertido millones en campañas de promoción para asegurar que sus producciones sean notadas. Sin embargo, esta estrategia puede volverse en su contra cuando surgen controversias inesperadas. El caso de Karla Sofía Gascón es un ejemplo claro de cómo una figura pública puede ser rápidamente cuestionada por su pasado, especialmente cuando ese pasado entra en conflicto con las narrativas políticas y sociales que Hollywood intenta promover. La aparición de tuits racistas y xenófobos atribuidos a Gascón desató una tormenta mediática que puso en jaque tanto a la actriz como a Netflix.
En el mundo de los Oscar, la estrategia publicitaria juega un papel crucial. Los equipos detrás de las películas nominadas deben manejar cuidadosamente cualquier acción o declaración que pueda afectar la percepción del público y los votantes. Esto implica no solo promocionar la película, sino también proteger a sus estrellas de posibles ataques. En el caso de Emilia Pérez, la estrategia inicial parecía funcionar, pero pronto se revelaron debilidades que pusieron en peligro toda la campaña.
Karla Sofía Gascón, quien inicialmente fue vista como una bandera de cambio y diversidad, se convirtió en un punto de controversia cuando antiguos tuits problemáticos fueron descubiertos. Este incidente expone la delicadeza de la promoción en los premios cinematográficos. Las disculpas públicas y las correcciones rápidas se han vuelto casi una norma en este entorno, donde cada detalle puede ser examinado bajo la lupa. La respuesta de Netflix ante la crisis de Gascón fue clara: aislar a la actriz para minimizar daños. Sin embargo, esto plantea preguntas sobre la ética y la responsabilidad en la industria del cine. Mientras los Oscar continúan siendo un escaparate para la excelencia cinematográfica, también se han convertido en un escenario donde las estrategias y las disculpas son tan importantes como la propia película.