En la vibrante región de Chiclana, se esconde un campamento que ha capturado la atención por razones peculiares. Conocido como \"La Rana Verde\", este establecimiento de 32.800 metros cuadrados ha acumulado una abrumadora cantidad de críticas negativas en plataformas como TripAdvisor y Google, marcándolo como uno de los campamentos más controvertidos de España. Lo que comenzó como un intento de reserva de una noche por parte de un periodista, se transformó en una inmersión en un micromundo donde la organización y la limpieza son conceptos relativos, y las jerarquías entre los \"residentes\" fijos y los visitantes temporales definen la atmósfera. A pesar de su dudosa reputación, el lugar tiene una historia profunda y una comunidad arraigada que le otorga una identidad única, lejos de los estándares convencionales de la hospitalidad turística. Este insólito destino se presenta no solo como un espacio físico, sino como un singular fenómeno social digno de análisis.
La travesía hacia este particular campamento, \"La Rana Verde\", ubicado en la carretera de las Lagunas de Chiclana, comenzó con una serie de señales de advertencia. La oficina de viajes del periódico, al intentar gestionar una reserva, se topó con la imposibilidad de hacerlo a través de los sistemas habituales, incluidos TripAdvisor y Booking, lo que obligó al reportero a recurrir directamente al sitio web del campamento. El costo de una cabaña con vistas a las canchas de pádel ascendía a 68 euros, con una estancia mínima de dos noches, aunque otros visitantes reportaron haber sido obligados a reservar por periodos más largos.
Al llegar, el periodista fue recibido por una caseta de piedra en la entrada, que funcionaba más como un punto de control que como una recepción convencional, custodiando el acceso a un asentamiento que ha evolucionado a lo largo de los años en una suerte de \"urbanización ambulante\" dominada por \"clientes fijos\" de Sevilla. Estas familias, con derechos adquiridos por su larga estancia, ejercen una notable influencia sobre la dinámica del lugar, como lo evidenció una pareja que intentó pagar en efectivo y hacer valer su antigüedad. La cabaña asignada, la número 7, reveló un panorama desolador: olores a tabaco, restos de cáscaras de pipas, cabellos en la funda del colchón y, sorprendentemente, una cortina de baño que, aunque dudosa, estaba libre de residuos orgánicos evidentes. Un detalle inquietante fue la manipulación de un pestillo en el baño, sugiriendo la entrada no autorizada de alguien.
En la piscina, la situación no era mejor. Un objeto flotante de aspecto desagradable en el agua fue el preludio de una serie de observaciones, incluyendo niños con ropa interior debajo del bañador y adolescentes que saltaban al agua con una familiaridad que denotaba años de experiencia en piscinas públicas. Rocío, una de las visitantes, lamentó la falta de limpieza y la inacción de la administración ante las quejas. El fontanero del lugar, Manuel, con 18 años de servicio, confirmó el deterioro del campamento, atribuyéndolo a la presencia de unos ochenta \"clientes fijos\" que, según él, han transformado el espacio en una \"versión sin cimientos de un chalé\". La Federación Española de Camping Caravaning, por voz de su presidente Ramón Escot, expresó su preocupación por cómo los \"fijos\" pueden \"deteriorar\" estos espacios, llegando a sugerir que algunos campamentos \"deberían ser cerrados\".
El restaurante del campamento, un buffet libre ajeno a la gestión del mismo, también fue escenario de una experiencia peculiar, con música a alto volumen y un ambiente de desánimo colectivo, reflejando las malas condiciones generales. Las reseñas en línea, como la de Stella María en TripAdvisor, corroboran la percepción de un servicio deficiente y un personal poco profesional. Incluso el camarero del bar de la piscina, \"Marakas\", atestiguó la omnipresente suciedad. La infraestructura del campamento, como la falta de wifi y el mal funcionamiento del agua caliente, sumaba a la frustración de los huéspedes.
Finalmente, se reveló que el campamento está en venta por siete millones de euros, con el grupo inmobiliario Vive de Sevilla buscando comprador. Fuentes del sector inmobiliario andaluz señalaron que la mala reputación online del campamento, unida a la falta de poder adquisitivo de la clientela local, dificulta enormemente su comercialización. A pesar de todo, existe una comunidad leal, como Antonio, quien lleva cuatro años residiendo allí y, a pesar de las deficiencias, valora la camaradería entre los \"vecinos\".
Esta crónica de \"La Rana Verde\" invita a una profunda reflexión sobre las expectativas en el turismo y la resiliencia humana. Más allá de las condiciones precarias y las críticas mordaces, emerge una historia de adaptabilidad y comunidad. Nos enseña que la definición de \"vacaciones\" puede ser increíblemente elástica, y que lo que para algunos es un desastre, para otros es un hogar o un lugar de pertenencia. La situación del campamento es un espejo de cómo las dinámicas sociales y económicas pueden moldear un espacio, creando una identidad que desafía las normas convencionales de calidad y servicio. ¿Es posible encontrar valor y comodidad en la imperfección, o la industria turística debe siempre aspirar a la excelencia? \"La Rana Verde\" nos recuerda que la experiencia es subjetiva y que, a veces, la verdadera aventura radica en abrazar lo inesperado, incluso si eso significa lidiar con aguas dudosas y huéspedes permanentes.