La temporada del Palau de les Arts de Valencia culminó con la interpretación de "Roberto Deveraux" de Donizetti, una obra que, aunque no frecuente en los repertorios debido a sus exigencias vocales y narrativas, ha logrado destacar por su calidad musical. A pesar de las dificultades históricas que rodearon su estreno, como enfermedades y pérdidas personales del compositor, esta ópera sigue cautivando al público actual.
El montaje, dirigido por Jetske Miljnnsen, presentó un enfoque moderno que polarizó opiniones entre quienes valoran la tradición y quienes abrazan innovaciones teatrales. Aunque algunos críticos consideran que este acercamiento disminuyó la grandeza épica de la obra, otros lo celebraron como un paso audaz hacia nuevas interpretaciones escénicas.
La actuación vocal fue uno de los puntos más destacados de esta producción. Eleonora Buratto y Silvia Tro Santafé brillaron con sus respectivos papeles femeninos, ofreciendo interpretaciones memorables que llevaron al espectador a través de emociones intensas. Ismael Jordi, en el papel de Roberto, mostró esfuerzo y competencia, mientras que Ludovico Filippo Modestov enfrentó desafíos en su rango.
Los roles femeninos sobresalieron particularmente gracias a su riqueza vocal y dramática. Eleonora Buratto, con su voz lírica y expresiva, capturó perfectamente la complejidad de Isabel I, mientras que Silvia Tro Santafé añadió profundidad a su personaje con un mezzosoprano lleno de matices. Ismael Jordi, como Roberto, entregó una actuación sólida pero con momentos menos definidos en comparación con sus compañeras. Por su parte, Ludovico Filippo Modestov encontró mayor claridad en su interpretación tras el descanso, cuando su furia se hizo más palpable para el público.
El director de escena Jetske Miljnnsen optó por un diseño contemporáneo que transformó el entorno histórico en uno más burgués. Este enfoque eliminó cualquier vestigio épico, reemplazándolo con situaciones cotidianas que podrían parecer fuera de lugar para algunas audiencias.
Aunque esta decisión provocó debates entre los asistentes, también permitió reinterpretar elementos clásicos bajo una nueva luz. La reina invitando a tomar té o lanzando zapatos en un ataque de ira son ejemplos de cómo el montaje buscó conectar con un público moderno. Sin embargo, estas elecciones pudieron ser percibidas como excesivamente simplificadoras. Tras el descanso, la estilización visual mitigó algo de esta sensación inicial, proporcionando un equilibrio más atractivo entre tradición e innovación.