En los últimos años, un fenómeno preocupante ha capturado la atención de especialistas en salud mental: el incremento significativo de trastornos emocionales entre adolescentes y jóvenes. Según investigaciones recientes, como el estudio realizado por la Fundación Atalaya tras la pandemia del COVID-19, las tasas de ansiedad y depresión han aumentado considerablemente, especialmente entre las chicas adolescentes. Este informe revela que las adolescentes enfrentan estas condiciones a una tasa mucho mayor que sus pares masculinos, lo que plantea importantes preguntas sobre las razones subyacentes y cómo abordar este problema desde un enfoque diferenciado.
Un análisis más profundo del tema fue presentado durante el XXIII Seminario Lundbeck, donde expertos destacaron datos alarmantes sobre la prevalencia desigual de estos trastornos según el género. La Dra. Elisa Seijoo, psiquiatra infantil y adolescente, explicó que las niñas tienden a experimentar "trastornos internalizantes", es decir, aquellos relacionados con emociones internas como la ansiedad o la depresión, mientras que los niños suelen manifestar problemas externos, como conductas disruptivas. Esta diferencia se hace más evidente con la edad, ya que a medida que crecen, las chicas enfrentan mayores presiones sociales y emocionales.
El Dr. Lorenzo Armenteros, médico especializado en salud mental, amplió esta perspectiva al resaltar cómo la madurez temprana de las adolescentes puede ser tanto una ventaja como una carga. Aunque su desarrollo cognitivo les permite comprender mejor sus emociones, también las expone a exigencias adicionales que pueden impactar negativamente su bienestar. Además, mencionó que no todos los problemas son exclusivamente emocionales; factores biológicos, sociales y culturales juegan un papel crucial en esta disparidad.
Este enfoque diferencial no solo aplica a la salud mental, sino también a otras áreas médicas, según afirmó el Dr. Armenteros. Tradicionalmente, la medicina ha adoptado un modelo androgénico que ignora las necesidades específicas de cada género. Sin embargo, es vital reconocer que chicos y chicas requieren estrategias terapéuticas distintas para manejar problemas similares. Por ejemplo, aunque la ansiedad y la depresión suelen ir de la mano, sus síntomas pueden variar significativamente dependiendo del contexto personal y social de cada individuo.
Finalmente, los especialistas coinciden en que detectar señales tempranas de aislamiento o cambios drásticos en el comportamiento puede ser clave para intervenir oportunamente. Ya sea mediante comunicación abierta con familiares o profesionales capacitados, es fundamental crear espacios seguros donde los jóvenes puedan expresar sus emociones sin juicio. Al entender mejor las diferencias entre géneros en cuanto a salud mental, podemos construir soluciones más efectivas y empáticas para mejorar la calidad de vida de nuestra próxima generación.