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El Impacto de la Ignorancia Activa en la Sociedad Moderna
2025-06-02

En un mundo donde el acceso a información es prácticamente ilimitado, surge una paradoja: la proliferación de desinformación y su influencia en sectores amplios de la población. Este fenómeno no solo se limita a la falta de conocimiento, sino que también incluye una elección consciente de ignorar hechos probados o incluso abrazar información engañosa para respaldar agendas específicas. En este contexto, distinguimos dos tipos de ignorancia: la pasiva, vinculada a la ausencia de conocimientos debido a factores externos, y la activa, que implica una decisión deliberada de rechazar evidencias o aceptar bulos como verdad absoluta. Este último caso se convierte en una herramienta poderosa utilizada por movimientos populistas y extremistas para erosionar las instituciones democráticas, generar polarización y promover narrativas falsas.

La ignorancia activa puede entenderse como un mecanismo psicológico complejo que afecta tanto a individuos como a colectivos enteros. Aunque podría pensarse que está asociada exclusivamente a personas con escaso nivel educativo, esto no siempre es así. Individuos bien formados pueden caer en esta trampa cuando se ven expuestos a discursos manipuladores que apelan a emociones como el miedo o la ira. Estos discursos sustituyen el razonamiento crítico por una respuesta impulsiva, facilitando la aceptación de soluciones simplistas frente a problemas estructurales. Un ejemplo claro es el apoyo que reciben ciertos líderes políticos por parte de grupos sociales que, paradójicamente, resultan perjudicados por sus propias políticas. Esto ocurre porque tales líderes saben cómo explotar las inseguridades y frustraciones de sus seguidores, ofreciendo promesas vacías pero seductoras.

Este fenómeno tiene profundas raíces históricas. Recordemos figuras como Joseph Goebbels, quien popularizó la idea de que una mentira repetida constantemente termina siendo percibida como verdad. En la actualidad, esta estrategia encuentra terreno fértil en plataformas digitales y redes sociales, donde la rapidez con la que circulan los bulos supera ampliamente a la difusión de noticias verificadas. Además, algunos medios de comunicación colaboran involuntariamente al replicar contenido sensacionalista sin verificar su veracidad, lo que agrava aún más el problema.

Los efectos de esta dinámica son visibles en diversos contextos internacionales. Por ejemplo, el ascenso de Donald Trump en Estados Unidos demostró cómo una base electoral compuesta por sectores vulnerables podía ser persuadida para apoyar políticas que les eran adversas. Similar situación se observa en España, donde estudios realizados por el CIS revelan preocupantes tendencias entre los jóvenes, quienes expresan indiferencia hacia regímenes democráticos si estos les garantizan estabilidad económica ficticia. Tales actitudes reflejan cómo la desinformación puede alterar percepciones y prioridades, llevando a decisiones contraproducentes desde el punto de vista del bien común.

Es fundamental recuperar el valor del pensamiento crítico y la educación cívica para combatir este flagelo. Solo mediante una sociedad informada y reflexiva será posible resistir las tentaciones del populismo y preservar los pilares de una democracia sólida. El reto consiste en enseñar a distinguir entre información confiable y propaganda engañosa, así como en fomentar un diálogo abierto y respetuoso que permita construir consensos basados en hechos y no en emociones exacerbadas.

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