Los trastornos alimentarios son a menudo asociados con el género femenino, pero su presencia en los varones es igualmente preocupante. Estudios muestran una prevalencia significativa en las chicas, mientras que en los chicos estos problemas pueden pasar desapercibidos debido a factores sociales y culturales. La detección temprana es crucial para prevenir consecuencias graves en la salud física y emocional de los adolescentes de ambos géneros. Sin embargo, los profesionales y la sociedad en general deben estar más alerta para identificar los síntomas en los jóvenes masculinos.
La manifestación de los trastornos alimentarios en los hombres presenta particularidades distintas a las observadas en las mujeres. Estos males no solo afectan la relación con la comida sino también con la imagen corporal y el ejercicio físico. Los especialistas señalan que la búsqueda del ideal muscular puede llevar a comportamientos patológicos en los jóvenes varones.
La dismorfia muscular, conocida como vigorexia, es una condición donde los individuos se angustian por no tener suficiente definición o masa muscular. Esto lleva a alteraciones en sus hábitos alimenticios y rutinas de ejercicios. Además, algunos pueden recurrir al uso de anabólicos, lo cual representa un riesgo adicional para su salud. El Dr. Robin Rica, experto en psicología, destaca que este fenómeno está en aumento entre los jóvenes y requiere atención urgente debido a la peligrosidad de estas sustancias.
Identificar los primeros signos de un trastorno alimentario en los chicos puede ser más complicado que en las chicas. Existen varias razones detrás de esta dificultad, incluyendo barreras sociales y psicológicas que impiden la búsqueda de ayuda. Además, los estereotipos de género juegan un papel importante en la subestimación de estos problemas en los varones.
Los hombres tienen mayor reticencia a solicitar asistencia profesional debido a la estigmatización social asociada a estos trastornos. En muchos casos, la delgadez extrema en los varones no genera la misma alarma que en las mujeres, lo que dificulta aún más su detección. Además, los instrumentos de medición utilizados en investigaciones tienden a estar sesgados hacia las experiencias femeninas, lo que puede resultar en cifras infradimensionadas. Investigaciones recientes han comenzado a abordar esta brecha mediante el desarrollo de herramientas específicas para la población masculina, revelando tasas de prevalencia más cercanas a las observadas en las mujeres.