Mario Vargas Llosa, fallecido recientemente a los 89 años, dejó una huella imborrable en el mundo del periodismo. Desde su juventud, mostró una inclinación hacia este ámbito, comenzando su carrera profesional con apenas 15 años en el periódico La Crónica de Lima. Allí, desplegó una pasión incipiente que lo llevó a escribir crónicas, reportajes y pequeñas notas. Su dedicación era evidente incluso en sus primeros días, cuando trabajaba arduamente frente a una máquina de escribir en la redacción ubicada en el corazón de la capital peruana. A medida que crecía, continuó vinculándose al periodismo, incluso mientras desarrollaba su talento literario. En 1953, tras mudarse a Piura para vivir con su tío, siguió colaborando con otro medio local, La Industria, consolidando así su amor por el oficio.
A lo largo de su vida, Vargas Llosa tejía simultáneamente narrativa y periodismo, construyendo un puente entre ambas disciplinas. Abandonó el Colegio Militar Leoncio Prado con la firme intención de dedicarse a la literatura, pero nunca abandonó del todo el periodismo. Durante su estadía en Madrid y París, encontró maneras de mantenerse activo en ambos campos. Con apenas 19 años, ya estaba casado y trabajando en múltiples empleos, muchos de ellos relacionados con la prensa escrita. Sus contribuciones al France Press y a la ORTF (Radio Televisión Francesa) durante su estancia en Europa ampliaron aún más su experiencia internacional. Su estilo evolucionó rápidamente, marcado por una curiosidad insaciable y una habilidad única para capturar la esencia de los temas contemporáneos.
En sus últimos años, Vargas Llosa dejó claro que el periodismo no solo fue una herramienta para ganarse la vida, sino también una forma de reflexionar sobre el mundo. A pesar de las críticas recibidas, siempre defendió sus posturas con valentía y coherencia. Su obra periodística abarcó una amplia gama de temas, desde política hasta cultura, ofreciendo una mirada crítica y bien fundamentada. En uno de sus últimos textos publicados en El País, destacó la importancia de buscar la verdad como un periodista comprometido con su tiempo. Esta búsqueda se convirtió en su legado final: una invitación a todos los profesionales a aspirar a la excelencia en su labor diaria. Más allá de sus diferencias ideológicas o controversias, su dedicación al oficio merece admiración y respeto eterno.