Un exoficial de la CIA, identificado como Dale Britt Bendler, ha aceptado su culpabilidad por actuar como un agente extranjero no registrado y por retener información clasificada de alto nivel. Según informes del Departamento de Justicia de Estados Unidos, las actividades ilícitas de Bendler involucraron filtrar datos sensibles a potencias asiáticas y estados del Golfo Pérsico. Este caso, procesado en Virginia tras una investigación del FBI, reveló una red clandestina de cabildeo para gobiernos extranjeros que Bendler construyó durante años aprovechando sus privilegios de seguridad obtenidos tras tres décadas en el mundo de la inteligencia. Condenado a siete años de prisión, este incidente es considerado uno de los más graves casos de infiltración extranjera dentro de la comunidad de inteligencia estadounidense.
El exagente, quien trabajó en la CIA durante 37 años y llegó al escalafón ejecutivo más alto, continuó siendo contratado como consultor tras su jubilación en 2014. Durante este período, mantuvo acceso a información ultrasecreta, incluyendo detalles sobre operaciones encubiertas y fuentes humanas. Sin embargo, desde 2016, la CIA sospechaba de su integridad y lo vigilaba debido a su posible vinculación con gobiernos extranjeros. A pesar de estas advertencias, Bendler continuó sus actividades ilegales, combinando su trabajo como contratista con labores de relaciones públicas encubiertas para clientes extranjeros. Estas acciones violaron la Ley de Registro de Agentes Extranjeros (FARA).
Entre julio de 2017 y julio de 2020, Bendler utilizó información clasificada para influir en investigaciones internacionales y manipular procesos diplomáticos. Además, accedió a repositorios confidenciales de la CIA para extraer datos sobre operaciones militares y geopolíticas, compartiéndolos con actores no autorizados. En compensación, recibió grandes sumas de dinero mediante transferencias bancarias internacionales y pagos en efectivo, algunos de los cuales fueron rastreados hasta cuentas en paraísos fiscales del Caribe.
Las investigaciones revelaron que Bendler había descargado documentos secretos en dispositivos no autorizados y evadió sistemas de monitoreo de la CIA. Para ocultar sus movimientos, borró historiales de navegación y usó tecnología cifrada adquirida ilegalmente. También mintió en formularios de seguridad periódicos, negando vínculos con gobiernos extranjeros. Si bien los fiscales no han confirmado las naciones involucradas, analistas sugieren conexiones con estados del Golfo Pérsico y potencias asiáticas, basándose en el enfoque de Bendler en temas de lavado de activos y energía global.
Este escándalo ha generado preocupación en la comunidad de inteligencia y llevado a cambios significativos en los protocolos de seguridad de la CIA. Se implementaron auditorías regulares, software de monitoreo en tiempo real y revisiones obligatorias de registros financieros para personal con acceso a información sensible. Además, se propuso un proyecto de ley para requerir evaluaciones psiquiátricas anuales a contratistas con altos niveles de seguridad y establecer sanciones para empresas de cabildeo que contraten exagentes sin autorización oficial.
El caso de Bendler expone vulnerabilidades en los controles de seguridad de la CIA y subraya la necesidad de supervisar más estrictamente a los exagentes recontratados. Originalmente programado para mayo, un evento en Miami donde Bendler iba a discutir la influencia china en Latinoamérica fue cancelado tras hacerse pública su culpabilidad. Este desarrollo marca un capítulo oscuro en la historia de la inteligencia estadounidense y refleja la constante amenaza de infiltración extranjera en contextos estratégicos globales.