En un diálogo sincero y revelador, Manuel González, célebre en el ámbito taurino como Finito de Córdoba, aborda diversos aspectos de su vida profesional y personal. Desde su visión sobre la evolución del toreo y la urgente necesidad de implementar medidas de seguridad en el vestuario, hasta sus experiencias en el mundo del entretenimiento televisivo. El torero, con casi 34 años de alternativa, expresa su pesar por la falta de oportunidades en los ruedos, una situación que contrasta con sus exitosas décadas de los 90 y 2000. Además, comparte reflexiones sobre la fortaleza de la mujer y su filosofía de vida, siempre buscando la felicidad más allá de la arena.
En una reciente conversación, el torero Manuel González, mejor conocido como Finito de Córdoba, originario de Sabadell y con 53 años de edad, se abrió sobre su trayectoria y las transformaciones de su vida. Con una carrera que abarca casi 34 años desde su alternativa y 39 en la profesión si se incluyen sus inicios como novillero, Finito evoca con nostalgia sus años de gloria en las décadas de los 90 y 2000. Afirma con un toque de tristeza que el mundo taurino actual es irreconocible para él, y lamenta no torear más porque, simplemente, “no lo llaman”. A pesar de este panorama, mantiene su preparación física, entrenando en casa y visitando el campo, una muestra de su inquebrantable espíritu torero.
Su incursión en la pequeña pantalla ha sido notable. Finito participó en el reality show de cocina Bake Off, una experiencia que lo puso a prueba fuera de su zona de confort. Con humor, reconoce que el toreo natural se le da mucho mejor que la repostería. La idea de unirse al programa surgió junto a su esposa, Arancha del Sol, quien finalmente no pudo participar, pero sus hijos, Lucía y Juan Rodrigo, lo animaron. Esta vivencia televisiva, aunque desafiante, le permitió mostrar una faceta diferente al público, demostrando que un torero también puede enfrentarse a un horno.
La conversación también giró en torno a la reciente participación de Arancha del Sol en Supervivientes, un concurso de supervivencia extremo. Finito, quien la visitó durante 12 horas, describe a su esposa como una “campeona” y un ejemplo de vida, destacando cómo la experiencia la revitalizó. Este episodio llevó a Finito a reflexionar sobre la fuerza inherente de la mujer, afirmando que el futuro les pertenece debido a su superior fortaleza.
Un punto crucial de la entrevista fue la sorprendente propuesta de Finito sobre la implementación de protecciones en el tradicional traje de luces. Argumenta que es “increíble” que en el siglo XXI los toreros sigan exponiéndose sin resguardo, comparando la situación con la alta tecnología en seguridad que utilizan pilotos de MotoGP y Fórmula 1. Rechaza la noción de que las protecciones mermarían la “pureza” del toreo, enfatizando que la sociedad actual no tolera la sangre ni las heridas graves en los ruedos. Según Finito, no es necesario demostrar una virilidad adicional mediante el riesgo innecesario, y aboga por una modernización que garantice la integridad de los toreros.
En un tono más personal, Finito comparte detalles de su estilo de vida. A sus 53 años, se conserva en excelente forma física gracias a su buena constitución y a ajustes en su dieta tras los 50, priorizando menos carbohidratos y controlando grasas y azúcares. Además, se mantiene activo jugando frontón, practicando equitación y estirando diariamente. Revela que, si bien siempre ha sido generoso con sus ingresos, gastando en moda, coches de lujo, buenos hoteles y viajes, nunca lo hizo en “malos vicios”, sino en disfrutar la vida que el toreo le permitía. Admite con risas que “dejó poco en la despensa para la vejez”, pero insiste en que vivió intensamente su juventud.
Sobre su vida sentimental, se describe a sí mismo como un romántico y niega haber sido un “golfo” en el sentido tradicional de la palabra. Su mujer, Arancha, comprende su personalidad y se siente orgullosa de él, así como él de ella. Finalmente, comparte sus esenciales de verano: el mar, su familia y el toreo de salón, y revela su plato favorito: las judías pintas que le prepara Arancha, incluso en el caluroso clima cordobés. Su visión sobre los "chuflas", aquellos que opinan sin conocimiento, es tajante: deberían ser expulsados de las plazas, comparándolos con el público del tenis, que es, para él, el mejor. Y en un futuro hipotético, si su hija saliera con un torero, aunque inicialmente lo analizaría desde una perspectiva profesional, le advertiría sobre el sufrimiento que conlleva la profesión taurina, con sus escasas glorias frente a numerosos sinsabores.
La profunda conversación con Finito de Córdoba nos deja una valiosa lección sobre la adaptabilidad y la resiliencia humana. Su honestidad al hablar sobre la necesidad de evolución en una tradición tan arraigada como el toreo, especialmente en lo que respecta a la seguridad, es un llamado a la reflexión. Su apertura a nuevas experiencias, como la televisión, y su perspectiva sobre la igualdad de género, demuestran que la grandeza de un individuo no solo reside en sus habilidades profesionales, sino también en su capacidad de mirar hacia el futuro con una mente abierta y un corazón dispuesto a aprender y a cambiar. Nos inspira a cuestionar lo establecido y a buscar el bienestar, incluso en las más férreas tradiciones.