En una escalada de sus tácticas represivas, el Kremlin ha llevado su persecución de periodistas y disidentes más allá de las fronteras rusas, estableciendo un preocupante campo de acción en España. Voces críticas, tanto informadores como opositores exiliados, se encuentran ahora bajo una constante amenaza, enfrentando presiones, campañas de difamación y la inclusión en \"listas negras\" que buscan silenciarlos. Esta estrategia de intimidación, que abarca desde la extorsión hasta el uso fraudulento de herramientas internacionales, revela la determinación de Moscú por coartar la libertad de expresión, extendiendo su influencia hasta el corazón de Europa.
La sombra de la represión rusa se extiende por España, afectando a figuras como Anatoly Fursov, un prominente abogado y promotor inmobiliario moscovita. Desde el año 2014, Fursov ha sido un crítico incansable de la administración de Putin y sus aliados oligarcas. Sus investigaciones, difundidas globalmente por su plataforma 'News-Opposition', lo convirtieron en un objetivo prioritario para el FSB, la agencia de seguridad rusa. En un sombrío giro de los acontecimientos, el FSB lo catalogó en 2019 como \"enemigo de la patria\" e lo incluyó en las infames \"listas negras\" del Grupo Wagner y el portal ultranacionalista Tsargrad, fabricando acusaciones penales para desacreditarlo.
Ante la insostenible situación en Rusia, Fursov, en una audaz huida en noviembre de 2019, buscó refugio en España. A principios del 2020, un agente del Comité de Investigación ruso intentó contactarlo, ofreciéndose a viajar a España para una \"conversación urgente\". El 7 de marzo de 2020, este encuentro tuvo lugar en un restaurante de la Barceloneta. Allí, Fursov fue extorsionado: un millón de euros a cambio de la cancelación de investigaciones penales y la retirada de una notificación roja de Interpol. Fursov rechazó la oferta y denunció públicamente el intento de extorsión a través de medios disidentes rusos. Actualmente, vive bajo estricto protocolo de seguridad en una ubicación no revelada en el noreste de España.
Otro caso que ilustra esta preocupante tendencia es el del respetado periodista español Marc Marginedas. Tras su regreso a España en 2023, después de varias temporadas como corresponsal en Moscú para 'El Periódico', Marginedas publicó artículos críticos sobre Inna Afinogenova, una ex presentadora de RT. Estos escritos provocaron una virulenta campaña de desprestigio en redes sociales, orquestada desde la plataforma Canal Red, liderada por Pablo Iglesias. Esta arremetida digital, que Marc identificó como coordinada y no espontánea, buscaba desacreditar sus reportajes, un claro ejemplo de las tácticas difamatorias empleadas por el Kremlin. Marginedas destacó que la magnitud de los ataques fue tal que tuvo que retirarse temporalmente de Twitter (ahora X) debido a la avalancha de insultos y acusaciones infundadas. El periodista enfatizó que la falta de una respuesta legal y la persistencia de los ataques en línea confirmaban la naturaleza coordinada de esta ofensiva.
Xavier Colás, quien fue corresponsal de EL MUNDO en Moscú durante 12 años, también experimentó directamente la presión del régimen ruso. A principios del 2024, en represalia por su rigurosa cobertura de temas sensibles, incluida la guerra en Ucrania y las protestas de familiares de soldados rusos, el gobierno ruso le negó la renovación de su visado, forzando su salida del país. Colás relata que durante su estancia en Rusia, la presión era constante, incluyendo la necesidad de renovar su permiso cada tres meses y la certeza de que sus comunicaciones telefónicas eran interceptadas. Subraya que, aunque la situación es grave para los periodistas occidentales, es incomparablemente peor para sus colegas rusos, con al menos 30 reporteros encarcelados y numerosos casos documentados de envenenamiento.
Finalmente, disidentes rusos como Semyon Kochkin y Alexey Nesterenko, ambos residentes en España, enfrentan amenazas persistentes. Kochkin, de 31 años, huyó de Rusia en 2021 debido a su activismo en el partido de Navalny, enfrentando hasta diez años de prisión. A pesar de estar en España, las amenazas continúan, y la policía rusa sigue acosando a su familia en su Chuvasia natal. Alexey Nesterenko, cofundador de la Asociación de Rusos Libres, también ha sido incluido en listas negras por su apoyo a los voluntarios rusos que luchan en Ucrania. Nesterenko, quien protestó en el consulado ruso de Valencia en 2022, es perseguido por su activismo en la diáspora. Estos casos subrayan cómo el Kremlin utiliza la amenaza y la difamación para extender su control y silenciar a sus críticos en cualquier parte del mundo.
Como periodista, la lectura de estos acontecimientos genera una profunda preocupación. La extensión de las tácticas represivas de un Estado más allá de sus fronteras es un fenómeno alarmante que socava los pilares de la libertad de prensa y los derechos humanos a nivel global. Observar cómo colegas y disidentes son acosados, extorsionados y difamados en suelo europeo es un recordatorio sombrío de que la lucha por la verdad y la autonomía no se limita a las zonas de conflicto o regímenes autoritarios. Esta situación nos obliga a reflexionar sobre la vulnerabilidad inherente de aquellos que se atreven a desafiar el poder y la importancia vital de la solidaridad internacional. Además, plantea preguntas cruciales sobre la capacidad de las naciones democráticas para proteger a los exiliados políticos y a sus propios ciudadanos de influencias externas hostiles. La historia de Anatoly Fursov, Marc Marginedas, Xavier Colás, Semyon Kochkin y Alexey Nesterenko no es solo una crónica de persecución, sino un llamado urgente a defender el periodismo independiente y la libertad de expresión en todas sus formas, sin importar dónde se encuentren sus practicantes.