En la urbanización La Arboleda de Pioz, Guadalajara, una residencia que fue escenario de un brutal crimen en 2016 ha encontrado nuevos ocupantes que desafían la sombra de su pasado. Melina, una auxiliar de enfermería, y José, un vigilante de seguridad, se establecieron en la propiedad poco después de los trágicos eventos, inicialmente mediante un contrato de alquiler con opción a compra y, posteriormente, adquiriéndola en 2022. Su decisión, motivada por una 'oportunidad de precio' debido a la historia de la casa, destaca una perspectiva única sobre cómo las personas afrontan lugares marcados por la adversidad.
En el pintoresco entorno de Pioz, Guadalajara, una casa en la calle de los Sauces, número 594, se erige como un mudo testigo de un horrendo crimen acontecido en agosto de 2016. En aquel entonces, Patrick Nogueira, un joven brasileño, perpetró el asesinato y desmembramiento de sus tíos, Marcos Campos Nogueira y Janaina Santos, junto a sus dos hijos pequeños, María Carolina y David. Este acto de brutalidad, que conmocionó a España, dejó la vivienda con una reputación ominosa.
Sin embargo, la historia de esta propiedad dio un giro inesperado. Pocos meses después de que los cuerpos fueran descubiertos, en medio de un insoportable hedor que alertó a los vecinos y llevó al hallazgo de la tragedia, una nueva pareja, Melina y José, decidió tomar posesión del lugar. Su llegada inicial fue bajo un contrato de arrendamiento con opción a compra, por un precio considerablemente más bajo que el mercado: 400 euros mensuales, en contraste con los 650 que pagaban las víctimas anteriores. Este acuerdo fue visto por el propietario original, José Pedro, como una solución para evitar okupas y recuperar parte de sus pérdidas.
La adquisición definitiva de la propiedad por parte de Melina y José se materializó en mayo de 2022, pagando alrededor de 127.000 euros, un valor significativamente inferior al rango de 162.000 a 271.000 euros que alcanzan viviendas similares en la urbanización La Arboleda, según portales inmobiliarios. Este 'precio de oportunidad' fue un factor clave en su decisión, a pesar del macabro pasado del inmueble. Vecinos como Liliana, recién llegada a la urbanización, expresaron su consternación al conocer la historia, afirmando que jamás vivirían en un lugar así, incluso si fuera regalado.
La revelación de la actual residencia de Melina y José provino de la madre de Melina, Rosy, quien compartió que su hija y yerno no experimentan 'fenómenos extraños' en la casa, asegurando que 'todo es normal'. Esta afirmación contrasta con el estigma que a menudo acompaña a propiedades con historias tan oscuras. El caso de Pioz es un recordatorio de cómo la tragedia puede dejar una huella imborrable, pero también de cómo algunas personas eligen ver más allá del pasado y construir una nueva vida en lugares que otros considerarían malditos.
Desde una perspectiva periodística, la historia de la casa de Pioz va más allá del crimen en sí. Nos invita a reflexionar sobre la capacidad humana de resiliencia y adaptación. ¿Cómo es posible que un lugar tan manchado por la barbarie pueda ser percibido como un hogar 'normal' por sus nuevos habitantes? Quizás, la respuesta radica en la propia naturaleza de la oportunidad. Para Melina y José, la posibilidad de acceder a una vivienda asequible en un mercado competitivo superó cualquier superstición o temor. Su testimonio desafía la noción de que un lugar pueda estar inherentemente 'maldito', sugiriendo que el significado que le atribuimos está, en última instancia, en nuestra mente. Esta narrativa nos impulsa a cuestionar nuestras propias percepciones sobre el pasado y el presente, y cómo el pragmatismo puede, a veces, prevalecer sobre el horror.