El 2 de febrero, conocido como el Día de la Candelaria, es una fecha especial para las familias mexicanas. Además de bendecir imágenes del Niño Dios, se celebra con una reunión familiar donde se comparten tamales. Este platillo, elaborado a base de maíz y relleno de diversos ingredientes, tiene una gran variedad de preparaciones que reflejan la rica tradición culinaria del país. Desde antiguos sabores prehispánicos hasta adaptaciones modernas, los tamales son un testimonio de la mezcla cultural entre México y España.
Esta festividad invita a los hogares a reunirse alrededor de una mesa llena de tamales, ofrecidos por quien encontró al Niño Jesús en la Rosca de Reyes. Esta costumbre no solo une a las familias sino que también mantiene viva una tradición que se remonta a tiempos ancestrales. Los tamales han sido parte integral de la cultura mexicana desde antes de la llegada de los españoles, cuando se preparaban para celebrar eventos importantes y rendir homenaje a la tierra.
Los tamales tienen profundas raíces históricas que se remontan a la época precolombina. Documentos antiguos, como los escritos por Fray Bernardino de Sahagún, describen cómo ya existían diversas variantes de este platillo antes de la Conquista. Se preparaban con ingredientes locales como hongos, aves y hierbas silvestres. Con la llegada de los europeos, se introdujeron nuevos elementos como la manteca y carnes de cerdo, que modificaron su sabor y textura, creando la versión que hoy conocemos y disfrutamos.
Lo fascinante de los tamales es su diversidad. Existen más de 500 recetas distintas en todo México, cada una con características únicas según la región. Estas variaciones van desde tamales dulces hasta salados, con ingredientes que van desde vegetales hasta carnes sofisticadas, reflejando la creatividad culinaria del país. Algunos ejemplos destacados incluyen el zacahuil, el tamal más grande, y el pibipollo, originario del sureste del país.
Cada región de México ha desarrollado sus propias versiones de este platillo, creando verdaderas obras maestras gastronómicas. En Tabasco, el chipilín se caracteriza por incorporar hojas de esta planta local. En Chiapas, el tamal de bola adquiere una forma redonda única. Michoacán es famoso por sus corundas, mientras que en Baja California se preparan tamales con influencias mediterráneas. Esta diversidad no solo enriquece la cocina nacional sino que también preserva la identidad cultural de cada zona.