La inmersión en obras literarias, particularmente en la ficción, trasciende el mero esparcimiento, ofreciendo un vasto abanico de ventajas cognitivas y emocionales. Investigaciones contemporáneas han revelado que el acto de leer novelas y cuentos no solo enriquece nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos, sino que también estimula la actividad cerebral, promoviendo el pensamiento crítico, la empatía y la creatividad. Contribuye, además, a contrarrestar la creciente distracción en la era digital y a potenciar una sensación general de bienestar, consolidándose como una práctica fundamental para el desarrollo integral del individuo.
La percepción de que la lectura de ficción puede tener efectos perjudiciales, como se caricaturiza en personajes clásicos como Don Quijote, Emma Bovary o Werther, contrasta con la visión actual, que la celebra como una fuente de sabiduría y crecimiento personal. La ciencia moderna, a través de rigurosos estudios, ha validado lo que antes era solo una intuición: que la ficción es una herramienta poderosa para el desarrollo mental. No se trata solo de un placer estético, sino de una actividad que aporta beneficios tangibles al cerebro, mejorando la capacidad de atención y el razonamiento analítico. La ficción nos invita a explorar diversas perspectivas y a comprender la complejidad de las relaciones humanas, lo que se traduce en una mayor inteligencia emocional.
El neurocientífico argentino Mariano Sigman, autor de obras como 'El poder de las palabras', destaca que la lectura, en su conjunto, activa múltiples redes neuronales, desde las visuales y fonológicas hasta las conceptuales, implicando un ejercicio sostenido de atención. No obstante, Sigman advierte sobre la posible sobrevaloración popular de la ficción, señalando que, si bien él mismo es un entusiasta lector y fomenta esta práctica en sus hijos, la evidencia científica no siempre respalda la idea de que la ficción sea un garante universal del desarrollo empático o cognitivo. Argumenta que la lectura es, por naturaleza, una actividad solitaria que, aunque estimula el intelecto, no reemplaza la interacción social directa.
En contraste, Barbara J. Sahakian, neuropsicóloga de la Universidad de Cambridge, enfatiza los beneficios sociales de la lectura, especialmente la lectura compartida. Sus investigaciones sugieren que esta práctica puede reducir la soledad, particularmente en niños y jóvenes. Un estudio de su equipo publicado en 'Psychological Medicine' reveló que adolescentes que leían por placer mostraban una mejor estructura cerebral, mayor rendimiento académico, sueño de mejor calidad y una salud mental más robusta, con menos síntomas de estrés y depresión. Además, pasaban menos tiempo frente a pantallas y disfrutaban de interacciones sociales más enriquecedoras. La Dra. Sahakian también resalta que la lectura de ficción activa la red neuronal por defecto del cerebro, asociada con la cognición social, la empatía, la regulación del estado de ánimo y el pensamiento creativo. Estos beneficios, subraya, no se limitan a la juventud, sino que persisten a lo largo de toda la vida, contribuyendo a mantener la mente activa y a reducir el riesgo de deterioro cognitivo en la vejez.
Existe una curiosa división de género en los hábitos de lectura. Las estadísticas indican que las mujeres leen más ficción, especialmente novela romántica y contemporánea, mientras que los hombres se inclinan más por la no ficción, buscando un beneficio práctico o de conocimiento. Christine Seifert, profesora de Comunicación Estratégica, argumenta que esta discrepancia no tiene una base neurológica, sino cultural. Ella sugiere que, históricamente, las actividades preferidas por las mujeres, como la lectura de ficción, han sido subestimadas en comparación con aquellas asociadas al poder y los negocios. Sin embargo, Seifert, en su artículo 'The Case for Reading Fiction' en la 'Harvard Business Review', sostiene que la ficción puede ser un activo valioso en el ámbito empresarial. Argumenta que la capacidad de lidiar con la ambigüedad, fomentar la empatía y la creatividad, habilidades esenciales que la ficción desarrolla, son cruciales en el liderazgo y la toma de decisiones. Aunque líderes empresariales como Warren Buffett o Bill Gates promocionan la lectura, a menudo se enfocan en la no ficción. Seifert desafía esta tendencia, proponiendo que invertir en la promoción de la lectura de ficción en el entorno corporativo podría ser una estrategia innovadora para el desarrollo de habilidades humanas insustituibles por la inteligencia artificial.
El debate entre la lectura y las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, se centra en el valor del esfuerzo cognitivo. Mariano Sigman subraya que, a diferencia de la IA que tiende a ofrecer respuestas complacientes, la lectura de ficción, con su imprevisibilidad y la tensión narrativa inherente, demanda un esfuerzo mental que estimula la perspectiva y la 'teoría de la mente'. Esta "fricción" o "aspereza" en la lectura es crucial para el desarrollo de habilidades cognitivas. En última instancia, aunque no pueda probarse científicamente como el único camino, la lectura de ficción sigue siendo para muchos un "combustible" esencial, un reflejo de que los seres humanos son intrínsecamente "seres de ficción", constantemente construyendo narrativas y explorando posibilidades.