Este domingo quedará marcado para siempre en la memoria de la familia Castaño. Fue un día de desafíos extremos donde dos hermanos enfrentaron su destino con los astados más temidos del toreo. Por una parte, Damián se adentró en una prueba crucial en su carrera, mientras que Javier dio el primer paso en su año de despedida.
En la mañana, Damián protagonizó un momento histórico en la localidad madrileña de San Agustín del Guadalix. Allí, ante una plaza repleta de 3.000 espectadores, demostró su valentía al lidiar seis toros de Dolores Aguirre sin ayuda. A pesar de no cortar orejas ni recibir reconocimientos oficiales, su actuación fue un acto de entrega absoluta. Este logro marca un hito en la historia del toreo, ya que es el primer matador en enfrentarse solo a seis ejemplares de esta prestigiosa cabaña. Su reaparición después de una cornada inicial también subrayó su determinación.
Por la tarde, en Las Ventas, Javier cerró un capítulo importante de su carrera. Con un homenaje al Papa Francisco, comenzó una jornada cargada de emociones, recordando once años de triunfos y sacrificios. Su desempeño, aunque limitado por una lesión muscular, mostró la experiencia acumulada tras casi 400 corridas. La ovación recibida reflejó el respeto que ha ganado a lo largo de su trayectoria, incluso superando un cáncer de testículos en 2016. Mientras tanto, Enrique y Marisol, sus padres, vivieron este día con emoción contenida, compartiendo la carga emocional de ambos hermanos.
El mundo del toreo sigue siendo un campo de batalla donde las familias como los Castaño demuestran su amor por la tradición. Aunque la gratitud no siempre llega en tiempo y forma, la pasión y entrega de estos artistas siguen inspirando a nuevas generaciones. El legado de Javier y el futuro prometedor de Damián son un ejemplo de cómo la perseverancia puede abrir puertas incluso en los escenarios más duros. Desde la sangre derramada hasta las lágrimas de alegría, este domingo será recordado como un tributo al espíritu humano.