La esposa de Felipe ofreció una descripción íntima y detallada sobre la personalidad de su hijo mayor. En un discurso lleno de recuerdos, destacó cómo Joaquim ha crecido y evolucionado con el tiempo. A lo largo de once años, este niño ha mostrado un carácter lleno de contrastes: es protector con sus hermanos, aunque también les discute; ofrece consejos en cualquier momento y tema, revelando una seguridad inquebrantable en sus propias ideas.

Además, se subraya que Joaquim tiene un vínculo especial con su madre. Es alguien que no soporta verla llorar, pero a menudo la desafía de maneras inesperadas. Esta relación materna refleja un amor profundo y complejo, donde cada defecto y virtud son celebrados como parte integral de su identidad. Su inteligencia y unicidad brillan a través de sus acciones cotidianas, marcando un impacto significativo en quienes lo rodean.

En el corazón de esta narrativa, emerge una lección poderosa sobre el valor de aceptar y amar a los demás tal como son. Reconocer las cualidades únicas de cada individuo, incluso en sus aspectos más excéntricos o desafiantes, nos permite forjar relaciones auténticas y duraderas. Este testimonio no solo celebra al primogénito, sino también reconoce la providencia divina en su existencia, invitándonos a encontrar gratitud en cada etapa del crecimiento familiar.