Un ejemplo de valentía y nobleza en el mundo del toreo emergió en una tarde memorable en Valencia de Don Juan. Todo comenzó cuando un ejemplar herido, que parecía destinado a permanecer en la sombra, se convirtió en el protagonista absoluto de una corrida inolvidable. Este toro, llamado Comisario, demostró su valor no solo dentro del ruedo, sino también durante sus múltiples viajes entre plazas de toros.
La trayectoria de Comisario antes de su momento estelar fue marcada por desafíos insólitos. En 2002, este astado sufrió una lesión que lo dejó cojo, dificultando su participación en una corrida programada en Castro Urdiales. Sin embargo, su historia no terminó ahí. Gracias a un acuerdo entre el empresario Carlos Zúñiga y el ganadero Conde de Mayalde, el toro fue preservado como sobrero para futuros festejos. A pesar de ser devuelto en varias ocasiones debido a la falta de necesidad de su intervención, Comisario continuó mostrando una actitud excepcional, adaptándose con facilidad a los traslados y comportándose con singular mansedumbre frente a las situaciones más adversas.
Finalmente, en la plaza de Valencia de Don Juan, Comisario tuvo su oportunidad. Tras ser introducido como cabestro para resolver complicaciones técnicas, el toro ocupó el sexto lugar en una tarde donde otros ejemplares no cumplieron con las expectativas. Vicente Barrera, el matador encargado de enfrentarlo, descubrió rápidamente que estaba ante un toro fuera de serie. Con una faena llena de emoción, Comisario conquistó al público, quien clamó por su indulto. Aunque su vida terrenal concluyó poco después debido a una sepsis, su legado perdura como símbolo de bravura y nobleza. Esta anécdota nos recuerda que incluso en las circunstancias más difíciles, el espíritu de superación puede brillar con fuerza extraordinaria.