La reciente Feria de Santiago en Santander fue testigo de una tarde de toros marcada por el resurgir del veterano diestro Manuel Jesús 'El Cid', cuya experiencia y sabiduría brillaron con luz propia frente a la bravura de los astados de Victorino Martín. Su actuación, cargada de arte y conocimiento, contrastó notablemente con la jornada menos afortunada de Roca Rey, convirtiéndose en un verdadero hito para los aficionados presentes.

El Cid, demostrando una vez más su excepcional conexión con los toros de Victorino, desplegó un toreo de máxima pureza, especialmente con el cuarto toro, 'Vengativo', que fue premiado con la vuelta al ruedo. Este toro, de hechura perfecta y embestida sedosa, permitió al sevillano ejecutar una faena histórica, recordándole a la afición la grandeza de su toreo natural. Por otro lado, Andrés Roca Rey, a pesar de su arrojo, no logró conectar con sus oponentes, acumulando avisos y silenciando a la plaza, lo que subraya la complejidad y la imprevisibilidad de la lidia con el hierro de Victorino Martín. La disparidad en las actuaciones de ambos toreros puso de manifiesto la importancia de la experiencia y la lectura del astado en la tauromaquia de élite.

Esta corrida, en la que El Cid demostró que la veteranía es un grado y que el arte no tiene edad, nos recuerda que el valor, la técnica y la sensibilidad son pilares fundamentales de la tauromaquia. El triunfo del sevillano es un testimonio inspirador de la resiliencia y la pasión que caracterizan a esta disciplina. En un mundo en constante cambio, la capacidad de adaptarse y, al mismo tiempo, de mantenerse fiel a los principios esenciales, es lo que permite alcanzar la verdadera excelencia y dejar una huella perdurable.