En una obra titulada Tres Mujeres Altas, que se presenta en el Teatro Bravos de São Paulo, se explora la relación entre tres mujeres de diferentes edades y sus perspectivas únicas sobre la vida. La protagonista, Suely Franco, una anciana de más de 90 años enfrentando desafíos relacionados con su salud y memoria, interactúa con dos figuras femeninas: una mujer madura interpretada por Deborah Evelyn y una joven de 26 años encarnada por Nathalia Dill. A través de estas interacciones, la obra aborda temas profundos como el olvido, la sabiduría y la confrontación generacional.

La historia gira en torno a una veterana actriz cuya vitalidad ha disminuido considerablemente con el paso del tiempo. En este contexto, Suely Franco enfrenta no solo dificultades físicas, sino también un distanciamiento emocional de su propio pasado. Su cuidadora, representada con gran sensibilidad por Deborah Evelyn, actúa como mediadora entre dos mundos opuestos: el de la ancianidad y el de la juventud. Este personaje simboliza la comprensión y la experiencia acumulada con los años.

Por otro lado, la presencia de la joven interpretada por Nathalia Dill introduce un elemento dinámico e incómodo dentro de esta tríada. Con su curiosidad insaciable y su disposición para desafiar las creencias establecidas, la joven representa el cambio constante y la necesidad de cuestionarlo todo. Sus preguntas provocativas obligan a Suely a repensar su identidad y reevaluar lo que recuerda o ha olvidado de su propia existencia.

El escenario crea un ambiente íntimo donde cada diálogo revela aspectos ocultos de las vidas de estas mujeres. A medida que avanza la trama, se observa cómo cada una lucha por encontrar su lugar en el mundo actual, enfrentándose tanto a sí mismas como a las demás.

Al final, la obra deja una reflexión poderosa sobre cómo nuestras memorias nos definen y cómo las generaciones futuras pueden ayudarnos a reconectar con nuestro ser más auténtico. A través de estas conexiones humanas, emerge una narrativa universal sobre el ciclo de la vida y la importancia de aceptar tanto el olvido como el conocimiento como partes esenciales de nuestra existencia.